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Título: DEBATE: NO SOMOS TITERES DEL CAMBIO CLIMATICO (10/811)(Clarin)
- 12/11/2006

Para nuestra fortuna, la evolución económica está determinada no sólo por la disminución de los recursos renovables, sino también por la acumulación de conocimiento y el progreso tecnológico.


Jean-Paul Fitoussi*


Ninguna economía es un universo autónomo y cerrado, regido por reglas independientes de la ley, la moral y la política. De hecho, las preguntas económicas más interesantes se encuentran en la frontera con disciplinas cercanas. Sin embargo, en ningún ámbito es esto más claro que en la interacción entre procesos económicos y el ambiente natural.

La característica distintiva de esta interrelación es que está regida no por las leyes de la mecánica, sino por la termodinámica, en particular la ley de la entropía, según la cual la cantidad de energía libre que se puede transformar en trabajo mecánico disminuye con el tiempo, en un proceso irreversible que culmina en la "muerte del calor".

Numerosos investigadores, inspirados por los últimos trabajos pioneros de Nicholas Georgescu-Roegen sobre la relación entre los procesos económicos y la física, intentaron —sin mucho éxito— formular una teoría "entrópica" de la economía y la sociedad, especialmente en la década de 1970.

El punto de vista entrópico supone que los procesos económicos producen consecuencias irreversibles debido a sus múltiples interacciones con la naturaleza. Explotamos yacimientos de recursos naturales no renovables (por ejemplo, petróleo y metales) y deterioramos o modificamos la calidad de otros recursos (por ejemplo, el agua y la tierra arable), imponiéndoles un ritmo de explotación superior a su capacidad de regeneración.

De hecho, la explotación de los recursos no renovables desvincula la velocidad del crecimiento económico de la de la renovación ecológica, agravando el deterioro de la biósfera, lo que incluye cambios climáticos irreversibles.

La ley de la entropía nos recuerda que dejaremos a las generaciones futuras un patrimonio natural degradado, probablemente menos adecuado a sus necesidades que el que heredamos. Lamentablemente, no hay respuestas simples.

¿Apelando a qué principio podemos pedir a China o India, por ejemplo, que limiten su dinamismo económico y usen menores cantidades de los recursos naturales del planeta? Después de todo, el menor crecimiento de los países avanzados no es consecuencia de una autolimitación voluntaria, sino de un estándar de vida superior, y de nuestra incapacidad de solucionar nuestros propios desequilibrios económicos.

No podemos imponer un ritmo ecológico a pueblos que son más pobres que nosotros, cuando el mismo hecho de habernos liberado de tal ritmo es lo que nos hizo más ricos. La contracción económica, o incluso el estancamiento, tampoco es una solución para los países desarrollados, por una razón similar: implicaría que aceptamos las desigualdades actuales o imponemos un régimen que apunta a una redistribución igualitaria de los recursos. Estas opciones constituyen un cinismo insoportable o una utopía totalitaria.

Sin embargo, para nuestra fortuna, nuestra evolución está determinada no sólo por la entropía, sino también por la acumulación de conocimiento y el progreso tecnológico, proceso tan irreversible como la disminución de los recursos no renovables y la degradación de la calidad ambiental. En consecuencia, la economía es entrópica para los recursos e histórica para la producción, organización y difusión del conocimiento, y las perspectivas de sostenibilidad ambiental y económica radican en el espacio que queda entre estos dos procesos dinámicos: el nivel de crecimiento que escojamos debe estar basado en un nivel suficiente de conocimiento para asegurar la supervivencia del sistema.

Sin embargo, la naturaleza, como el conocimiento, es un bien público que requiere que se produzca una intervención del Estado en cantidades suficientes. La única manera de superar la finitud de nuestro mundo es mantener tanto espacio como sea posible entre la entropía y la historia, invirtiendo en educación e investigación orientadas a aumentar las fuentes de energía renovables, reducir la intensidad del uso de energía de nuestros estándares de vida y disminuir el ritmo de la erosión ambiental.

Es una creencia generalizada que una estrategia así sería inútil si el único efecto es permitir que otros se marginen de ella para enriquecerse. Sin embargo, si se concibe como el dominio de dos procesos dinámicos, la superación de las limitaciones ecológicas podría ser un factor de aceleración del crecimiento.



Copyright Clarín y Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2006.

*ECONOMISTA, PRESIDENTE DEL OBSERVATORIO FRANCES DE COYUNTURA ECONOMICA


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