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Título: BUENOS AIRES: PREOCUPACION POR LAS INUNDACIONES (02/06)(Inforegion)
Argentina - 02/06/2006

Las inundaciones siguen siendo un grave problema en la región. A días de que comience el invierno la preocupación de los vecinos crece y los funcionarios admiten que aún no hay soluciones definitivas

Informe sobre el agua

Las inundaciones siguen siendo un grave problema en la región. A días de que comience el invierno la preocupación de los vecinos crece y los funcionarios admiten que aún no hay soluciones definitivas. Los barrios más afectados son Fiorito, Villa Centenario, Budge, Villa Albertina y Santa Catalina.

A dos semanas de que comience el invierno, el temible fantasma de las inundaciones empieza a rondar la región, y las postales de calles anegadas y gente durmiendo en las escuelas escoltan a las imágenes más tristes, que son aquellas que registran el agua invadiendo las casas y arruinando, con un implacable y silencioso poder de destrucción, todo aquello que se logró con el esfuerzo y el sacrificio de las familias.
Después del fenómeno que se suscitó en el 2000, cuando la zona registró más de 16 mil evacuados, y luego también de que en el mismo año la provincia de Buenos Aires declarara en estado de emergencia hídrica y sanitaria vastas zonas del conurbano, la realidad es que cada lluvia fuerte o sudestada enciende las luces de alerta.
Si bien tanto la Provincia como la Nación y los municipios comenzaron a discutir las obras hídricas que necesita la zona para sortear el problema de las inundaciones, y también en Lomas se comenzó a trabajar sobre tres de los cinco arroyos que cruzan el Partido, las asociaciones vecinales y los profesionales relacionados con la problemática hídrica aseguran que la región aún no está preparada para afrontar el avance del agua y advierten que de darse un fenómeno natural de fuertes lluvias combinadas con una sudestada persistente, como ocurrió en 1967, 1985 y 2000, las consecuencias podrían ser “nefastas”. Sobre todo si se considera que en el primer caso la cifra de evacuados ascendió a 30 mil, a pesar de que muchas de las zonas no estaban densamente pobladas.
Al tiempo que los vaticinios siguen siendo negativos, el cuestionamiento es por qué las inundaciones continúan constituyendo un problema para la región y las respuestas –desde distintos sectores- coinciden en dos aspectos: en primer lugar hablan de un crecimiento urbano desmedido y desordenado, que llevó a miles de familias a asentarse en zonas con cotas de inundación inferiores a las permitidas para la radicación. En segundo lugar destacan la ausencia de políticas públicas y de obras de infraestructura que aborden el problema hídrico de forma “seria, profunda y coordinada” y que bajen el impacto de una conducta que siempre acarrea conflictos: ir en contra de la naturaleza.
Si se analiza la maqueta altimétrica que reproduce las curvas de nivel del terreno de Lomas (Ver pág. 4) puede observarse que el lugar donde se asienta el centro del distrito se ubica a una altura de entre 23 y 16 metros por sobre el nivel del mar. Hacia el noroeste, esa altura va bajando hasta llegar a los 3 metros en las zonas aledañas a los Arroyo del Rey, Unamuno y Santa Catalina, superficie que además no tiene ninguna pendiente, hecho que dificulta al extremo el escurrimiento del agua.
Los barrios más afectados son Fiorito, Villa Centenario, Budge, Villa Albertina y Santa Catalina, donde los arroyos están sobrecargados, no pueden desagotar y en caso de sudestadas reciben a su vez el agua que ingresa desde el Riachuelo o el río Matanza a través de los cursos hídricos.
A partir de esa zona, el suelo va subiendo hacia la zona céntrica del Partido, hasta alcanzar los 23 metros. A salvo queda la zona del cementerio, que se levanta como una isla y otra zona alta es la de Llavallol, donde se ubicaron las grandes fábricas: Firestone, Dánica y Vasa.
En Echeverría una situación similar se vive en 9 de Abril que, según representantes del municipio, es la zona más baja del distrito, a apenas 4 metros del nivel del mar.
“Sobre la superficie de nuestro partido se reúnen dos condiciones fundamentales para generar un terreno apto para una inundación: una es la altura que se tiene sobre el nivel del mar y la otra es la pendiente. Hacia el Riachuelo, desde donde pasa la línea del ferrocarril Roca, la altura empieza a bajar, y nos encontramos que casi dos tercios del Partido están en un cota de inundación muy baja con un terreno absolutamente plano”, señaló el geólogo Alfredo Chésare en diálogo con Info Región.
“Por otra parte Buenos Aires es una meseta con muy poca pendiente, entonces el agua escurre mucho más lenta. El Arroyo del Rey nace a una cota de 30 metros y cuando desemboca está en cota tres. La gente que vive en Burzaco o Llavallol se saca rápido el agua de encima y la deposita en Cuartel IX. Esta es una situación que compartimos con Esteban Echeverría”, agregó.
Lo que denuncian los datos geográficos entonces es que son muchos los vecinos radicados sobre tierras que constituyen el lecho natural de expansión de los arroyos, y esto -lejos de ser responsabilidad de las familias- demuestra que hubo una explosión poblacional desordenada que según los profesionales no fue controlada y no se ve contenida por políticas públicas capaces de sortear la situación.
“Acá a los problemas de infraestructura se suma el problema de gente viviendo en zonas muy bajas. De todos modos esto es un tema político, porque si hay gente es porque se permitió la radicación. Las familias construyen sus hogares donde pueden, y si no se la guía o si no se les consigue otra cosa esto fatalmente va a seguir empeorando”, vaticinó el ingeniero civil Carlos Ceriale, ex secetario de Obras Públicas de Lomas.
De todos modos, no son los barrios periféricos de la región los únicos que padecen el agua cuando las lluvias son intensas. Los centros de Lomas y Echeverría también sufren las inundaciones pese a estar ubicados sobre terrenos altos.
“El centro de Monte Grande tiene una cota de entre 12 y 15 metros, o sea que si se inunda es porque las bocas de tormenta están tapadas o no dan abasto. Hay obras que se hicieron hace muchos años atrás y tienen caños chicos, por eso cuando llueve mucho y de golpe, la capacidad de los desagües se ve superada”, indicó a Info Región el director de Medio Ambiente y Ecología de Echeverría, Mariano Palavezzia.
Por su parte, el titular de la dirección de Planeamiento Hídrico de Lomas, ingeniero Ricardo Galeppi, advirtió que en ese distrito el problema es similar.
“La cuenca del arroyo Galíndez -sobre la cual se levanta el centro de Lomas- no tendría que inundarse porque es una zona alta. Acá el problema es la falta de infraestructura. Cuando se entubó este arroyo, en la década del ’30, era una obra fantástica, pero todo se ha ido embaldosando, pavimentando e impermeabilizando, el terreno no absorbe, y entonces una obra que hace 50 años era eficiente hoy ya no funciona. Sobre toda la cuenca del Galíndez los sumideros son muy chicos porque están preparados para otra cantidad de agua, no dan abasto”, aseguró.
En la actualidad, según informan los gobiernos locales, Provincia y Nación, sólo en Lomas de Zamora se han comenzado obras que apuntan a controlar el problema de las inundaciones.
“Se está construyendo el canal aliviador oeste del Arroyo Unamuno, que viene por la calle Pío Baroja y empalma con el cauce actual que viene por la calle Nápoles, eso está a un 50 por ciento de la construcción. También se comenzó el entubamiento del arroyo Unamuno. Otra obra que está por empezar, es el revestimiento del cauce del Arroyo del Rey. Por otro lado se está entubando el arroyo de Las Perdices y hay un convenio firmado y se está trabajando en el proyecto licitatorio para el canal aliviador oeste del Arroyo del Rey”, especificó Galeppi.
Según argumentó el ingeniero, la ventaja de entubar los arroyos es “evitar la acumulación de basura”, hecho que obstaculiza el fluir de las aguas y tapa las desembocaduras de los cursos hídricos. Asimismo resaltó que el revestimiento de los causes “permite que al tener una superficie lisa el agua salga y entre más rápido”, por lo cual, sostuvo, “va a ser más difícil que el arroyo desborde”. Los canales aliviadores, en tanto, son canales paralelos que toman parte del agua del cauce principal y ayudan para que el arroyo no se vea superado en casos extremos, como ser el de fuertes precipitaciones.
Pese al entusiasmo de las autoridades municipales, las asociaciones vecinales y algunos habitantes de los barrios más comprometidos exigen que además de las obras que se están haciendo se instalen compuertas y estaciones de bombeo en las desembocaduras de los arroyos y aliviadores para evitar que con las sudestadas ingrese agua del Matanza y del Riachuelo y para -una vez cerradas las compuertas- bombear el agua por encima de estas y evitar que desborden (ver infografía).
“Se tienen que hacer las estaciones de bombeo que estaban proyectadas desde la gobernación de (Antonio) Cafiero. Si no se hacen, en las sudestadas el agua va a seguir entrando por los canales y va a causar desastres porque con las mejoras y los revestimientos va a entrar muchísimo más rápido, no como ahora que hay un montón de obstáculos”, reclamó Juan Walter del Foro Hídrico de Lomas de Zamora.
Según precisaron desde el municipio las estaciones de bombeo “están en mente”, pero no serán obras que puedan realizarse en el corto plazo.
“Lo que ocurrió en el ’67 no ocurre todos los días, pero sabemos que puede pasar. En esa oportunidad vivía muy poca gente, si pasara ahora no queremos ni pensar las consecuencias. Se está analizando la instalación de estaciones de bombeo, por esa razón todas las obras que se están haciendo tienen compuertas, pero es demasiado para hacerlo todo junto”, aseguró el director de Planeamiento Hídrico.
Y especificó: “El Arroyo del Rey tiene un plazo de obra nominal de 3 años, y el Unamuno de 2 años, igual que los aliviadores donde se maneja un tiempo similar. Lo que significa que acá hay obras para cuatro, cinco o seis años más y en el medio quizás recién empiecen a salir las estaciones”.
En Esteban Echeverría, en tanto, aseguraron que el municipio “limpia habitualmente las bocas de tormenta” y “hace usualmente limpieza y desmalezados de los arroyos” para garantizar que el agua no tenga obstáculos en su camino a la hora del desagote. Sin embargo, admitieron que por el momento no se realizarán trabajos para solucionar los problemas de infraestructura que perjudican a las zonas céntricas del distrito.
“Para solucionar las inundaciones del centro hay que cambiar los caños, y eso es una obra un poco mayor. Se han ensanchado bocas de tormenta, pero son trabajos que se hacen cada tanto, cuando la secretaría de Obras Públicas tiene recursos”, justificó Palavezzia.
En contraposición a estas explicaciones, la ingeniera Stella Allió, que fue secretaria de Obras Públicas en Brown y subsecretaria en Lomas, afirmó que las comunas y la Provincia tienen su parte de responsabilidad en el problema de las inundaciones dado que, sostuvo, “siempre se prioriza lo inmediato por sobre lo importante”.
“Durante muchos años los municipios y la Provincia priorizaron las cuestiones viales y de pavimento, porque la obra hidráulica es mucho más costosa y menos redituable políticamente. Muchas veces la gente necesita el pavimento, pero es obligación del funcionario explicarle que hay que hacer primero la obra hidráulica para que no haya problemas graves después”, opinó.
Lo que es ineludible es que el período de mal clima se acerca, y si bien hay emprendimientos que permiten albergar una esperanza a futuro, todavía, según parece, no son suficientes para garantizar soluciones definitivas en el presente.
Mientras desde Lomas consideran que parte de la solución definitiva “llegará con las estaciones de bombeo”, y desde Echeverría se defienden al asegurar que “el municipio elaboró en 1995 un proyecto por el cual se le pide a la Nación y a la Provincia una obra hidráulica en toda la cuenca del Matanza”, los profesionales reclaman soluciones integrales, aunque desestiman la posibilidad de que lleguen.
“Este problema no lo pueden solucionar los municipios de manera individual. Debe haber un plan rector que venga del Estado nacional y provincial y debe haber coordinación entre las comunas que compartan cuencas. Hay que planear una limpieza ordenada desde aguas arriba hacia abajo, se deben rectificar los cursos, y a su vez limpiar los brazos que descargan sobre el arroyo principal. En paralelo a eso hay que hacer obras de infraestructura menores en los barrios. Todo eso, hasta que puedan empezarse obras de infraestructura mayores como las que se necesitan”, consideró Allió.
Y con ella coincidió parcialmente Ceriale: “Acá hay que tener una planificación pero antes de eso habría que declarar las obras como de continuación permanente. Los trabajos deben trascender a los gobiernos, pero aún no sabemos si alguna vez habrá racionalidad en la relación de la técnica, que es la que debe decir cuál es la solución con la política, que debe ejecutarla”.
Chésare, por su parte, adhirió a esas palabras y destacó la necesidad de una obra que solucione el mal vivir de la gente a la que se le permitió –negligentemente- la radicación en las zonas bajas.
“Hoy por hoy tenemos estimativamente 650 mil personas viviendo en regiones no aptas para la radicación. Lo que falta es ordenamiento urbano, pero eso tampoco soluciona el problema porque a la gente no se la puede sacar. Ahora hay que mejorar las zonas para que se pueda vivir medianamente bien, y en todo caso construir edificaciones que respondan a las características del lugar donde están radicadas”, opinó.
Mientras algunas obras se piensan y otras se ejecutan, quienes han ubicado sus casas sobre terrenos inundables y aún quienes viven en zonas un poco más altas siguen viendo en las lluvias y en la sudestada a dos enemigos contra los cuales no tienen todavía armas ni estrategias del todo eficaces para pelear.
Recurrir a las bolsas de arena en las puertas, levantar los muebles o simplemente elevar plegarias al cielo para que la naturaleza se acuerde del hombre, son las únicas conductas a las que puede recurrir la gente cuando el que se olvidó de ella, por muchos años, fue el Estado.


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