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Título: ESPAÑA: PAGAR MAS, CLAVE PARA AHORRAR AGUA (30/06)(PNUMA)
- 30/06/2005

El ideal de “Agua libre, gratis, para todos” se revela hoy no sólo como una pretensión vana e irreal, sino también como un objetivo contraproducente, en la medida en que fomenta el uso irresponsable del agua, amenaza las capacidades y reservas y compromete el futuro mismo del sistema hidrológico y medio ambiental.


http://www.yucatan.com.mx
España: pagar más, clave para ahorrar agua

El ideal de “Agua libre, gratis, para todos” se revela hoy no sólo como una pretensión vana e irreal, sino también como un objetivo contraproducente, en la medida en que fomenta el uso irresponsable del agua, amenaza las capacidades y reservas y compromete el futuro mismo del sistema hidrológico y medio ambiental.

La gente tendrá que acostumbrarse a pagar el agua a su valor real y a atenerse a los recursos disponibles, sin confiar ya en otras salidas al problema. “Alardear de mantener el agua a bajo precio es como conducir mirando al retrovisor, porque se gasta más allí donde es más barata”, comenta Luis Martínez Camps, responsable de relaciones institucionales de Aguas de Barcelona AGBAR, la principal empresa privada española en el suministro de agua potable.

(En la sección Local informamos que a partir del próximo viernes la Junta de Agua Potable de Yucatán elevará cinco por ciento sus tarifas).

Al contrario de lo que ocurre ahora —el agua sólo supone el 1% de los gastos familiares en España—, todo invita a pensar que en un futuro no lejano la gente responderá con mayor presteza a la pregunta: “¿Sabe usted cuánto paga de agua?”.

Los consumidores recurren masivamente al agua embotellada, porque la red pública no ofrece siempre garantías de calidad. Los botellones de agua forman parte de las compras en todas las ciudades del mundo. A lo largo y ancho de la geografía, mucha gente desconfía de la calidad y hasta de la potabilidad del agua que les suministran.

En España, por ejemplo, el año pasado los consumidores gastaron en agua envasada 1,750 millones de euros, prácticamente la misma suma (1,800 millones) que el gobierno destinó al mantenimiento y creación de nuevas infraestructuras hidráulicas.

Todo esto hace pensar a Domingo Jiménez Beltrán, director del Observatorio de la Sostenibilidad y ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que “con el dinero que nos gastamos en agua embotellada, podríamos ofrecer a todos los ciudadanos el vital líquido tratado con la mejor tecnología de ósmosis y de una calidad tal que daría risa el agua embotellada”.

Una revolución El asunto del agua en España supone toda una revolución, porque emplaza al gobierno a cobrar a sus ciudadanos no sólo el costo del líquido, que no es otra cosa que el costo de la conducción del agua al lugar en que se demanda, sino también el costo ambiental, algo mucho más difícil de calibrar, en efecto, pero no por ello menos real, e incluso el “costo de oportunidad”, el precio que obtendría en el mercado del agua. Y es que la nueva cultura del agua que se necesita no es cuestión política, ni tiene por qué enfrentar a unos con otros. De lo que se trata, es de responder al reto de la sostenibilidad.

Cualquiera entiende que el propósito de cobrar el agua a su costo choca con una cultura ancestral que considera que éste es un recurso libre y sin precio que el Estado está obligado a suministrar, pero es esa mentalidad la que propicia la escasez.

La gente tendrá que acostumbrarse a pagar el agua a su valor real y a atenerse a los recursos disponibles, sin confiar ya en otras salidas al problema. “Alardear de mantener el agua a bajo precio es como conducir mirando al retrovisor, porque se gasta más allí donde es más barata”, comenta Luis Martínez Camps, responsable de relaciones institucionales de Aguas de Barcelona AGBAR, la principal empresa privada española en el suministro de agua potable.

(En la sección Local informamos que a partir del próximo viernes la Junta de Agua Potable de Yucatán elevará cinco por ciento sus tarifas).

Al contrario de lo que ocurre ahora —el agua sólo supone el 1% de los gastos familiares en España—, todo invita a pensar que en un futuro no lejano la gente responderá con mayor presteza a la pregunta: “¿Sabe usted cuánto paga de agua?”.

Los consumidores recurren masivamente al agua embotellada, porque la red pública no ofrece siempre garantías de calidad. Los botellones de agua forman parte de las compras en todas las ciudades del mundo. A lo largo y ancho de la geografía, mucha gente desconfía de la calidad y hasta de la potabilidad del agua que les suministran.

En España, por ejemplo, el año pasado los consumidores gastaron en agua envasada 1,750 millones de euros, prácticamente la misma suma (1,800 millones) que el gobierno destinó al mantenimiento y creación de nuevas infraestructuras hidráulicas.

Todo esto hace pensar a Domingo Jiménez Beltrán, director del Observatorio de la Sostenibilidad y ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que “con el dinero que nos gastamos en agua embotellada, podríamos ofrecer a todos los ciudadanos el vital líquido tratado con la mejor tecnología de ósmosis y de una calidad tal que daría risa el agua embotellada”.

Una revolución El asunto del agua en España supone toda una revolución, porque emplaza al gobierno a cobrar a sus ciudadanos no sólo el costo del líquido, que no es otra cosa que el costo de la conducción del agua al lugar en que se demanda, sino también el costo ambiental, algo mucho más difícil de calibrar, en efecto, pero no por ello menos real, e incluso el “costo de oportunidad”, el precio que obtendría en el mercado del agua. Y es que la nueva cultura del agua que se necesita no es cuestión política, ni tiene por qué enfrentar a unos con otros. De lo que se trata, es de responder al reto de la sostenibilidad.

Cualquiera entiende que el propósito de cobrar el agua a su costo choca con una cultura ancestral que considera que éste es un recurso libre y sin precio que el Estado está obligado a suministrar, pero es esa mentalidad la que propicia la escasez.

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