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Título: MENDOZA: GALILEO VITALI, UN PIONERO DEL AGUA ANTICIPO EL ALUVION DEL 70 (17/07)(Los Andes)
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Argentina - 17/07/2005
Si hay vida en el más allá, el ingeniero hidráulico Galileo Vitali debe haber insinuado una leve sonrisa tras la presentación de la reedición de su vasto libro "Hidrología mendocina",
Miguel Títiro titiro@lanet.com.ar Si hay vida en el más allá, el ingeniero hidráulico Galileo Vitali debe haber insinuado una leve sonrisa tras la presentación de la reedición de su vasto libro "Hidrología mendocina", que fue todo un suceso. Justa retribución para un hombre que se inscribe como uno de los grandes del siglo XX, y del que Mendoza, a pesar de haber desoído en más de una oportunidad sus enseñanzas, será eterna deudora.
A Vitali le costó muchísimo dar a luz esa obra que publicó en 1941, tres años antes de morir. Ya era famoso, había cumplido una ímproba tarea, desde el legendario puesto de subdelegado de aguas de General Alvear hasta la subjefatura de Irrigación, pero imprimir el compendio de sus investigaciones fue un proceso doloroso. Y esto a pesar de que para entonces, junto a hombres como Manuel Bermejo, Bernardino Izuel y César Cipolletti, entre otros, ya había ayudado a formar la conciencia hídrica que ahora es un segundo espíritu para los mendocinos.
La nutrida concurrencia el día que se presentó la reedición del libro y el inmediato éxito de ventas confortaron a los familiares del ilustre científico, nacido en 1889 en la provincia de Buenos Aires.
Dos de sus nietos, el ingeniero Orlando Vitali (53) y su hermano Octavio (57), arquitecto, a pesar de que no llegaron a conocerlo, atesoran los recuerdos familiares sobre Galileo. "La edición original del libro -recordaron- tuvo muchos problemas. Suerte que dio con Gildo D'Accurzio, quien lo alentó a seguir e incluso financió parte de la obra. Para promocionar la venta, el abuelo sacó un aviso en Los Andes en enero de 1941, tratando de generar dinero para reimprimirla. No logró reunir el dinero necesario y para colmo, como era muy altruista, comenzó a donar ejemplares".
Don Gildo -"madera santa para clavos literarios", como lo definió alguna vez Rodolfo Braceli- lo instó a que se llevara el resto de los ejemplares, pero Galileo, que era muy pundonoroso, no quiso. Pasó el tiempo y la obra quedó en la imprentita de D'Accurzio. Ya fallecido el autor, una ley provincial de 1946 dispuso la adquisición de los libros que quedaban por parte del Estado, para ingresarlos a institutos, universidades y bibliotecas, llegando incluso a la del Congreso de los Estados Unidos.
"En aquellos años fue difícil venderlo, pero con el tiempo, paradoja del destino, algunos coleccionistas ofrecían "Hidrología mendocina" a 150 dólares, a través de Internet", refirieron los nietos, que atesoran una vasta documentación sobre el famoso hidrólogo.
Ahora, 61 años después de su muerte, se hace justicia y el libro se está conociendo de nuevo. Como sostuvo su biógrafa María Cristina Satlari, es la obra cumbre de este especialista, en la que se condensa su experiencia de 25 años en el desempeño de funciones técnicas, estudios y observaciones en plena cordillera.
Consejos desoídos
Si le hubieran hecho caso a Vitali en muchas recomendaciones, la situación de Mendoza sería mejor. Benito Marianetti se lo dijo en una carta, en enero de 1941: "Su trabajo constituye la primera tarea orgánica que se ha realizado entre nosotros. Es el estudio completo de nuestra hidrología; es un aporte para los estudiosos de la materia y para los poderes públicos, si alguna vez se quieren preocupar por estas cosas...".
Imposible rescatar en una sola entrega todas las cosas que vislumbró este hombre, admirador de César Cipolletti y Julio Ballofet. Basta como ejemplo una muestra o dos. El 4 de enero de 1940 advertía en un artículo periodístico, sin alarmismos, pero de manera severa y científica, el peligro que implicaba "la tala de las plantas aborígenes en nuestras sierras", es decir, la deforestación del pedemonte. Exactamente treinta años después, otro 4 de enero, se produjo el devastador aluvión de 1970. Y los diarios de entonces desempolvaron sus enseñanzas desoídas. Era tarde.
Aunque ya ha pasado demasiado tiempo, a lo mejor no ocurre lo mismo con el aprovechamiento del río Las Tunas, en la cordillera del Valle de Uco. "Si las aguas de este curso fuesen derivadas frente a Gualtallary y conducidas por faldeo mediante un canal impermeable (...), podría suministrarse riego a una gran extensión de tierras de buena calidad", recomendaba en su reeditado libro. El gobernador Julio Cobos anunció que esa imprescindible obra será licitada antes de que termine su mandato.
Citando a Pedro C. Requena, otro estudioso del hidrólogo, se puede concluir que "por todos los homenajes que mereció y no tuvo, hoy miles de hectáreas irrigadas por su esfuerzo bienhechor escriben y cantan el mejor panegírico a Galileo Vitali". Por eso, la reedición de su libro constituye un merecido reconocimiento. Y es de esperar que esas casi 300 páginas lleguen a bibliotecas y escuelas. Conforman un mensaje perenne. |
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