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Título: MENDOZA Y EL CANCER DE LA TIERRA
Argentina - 20/12/2009

La desertificación es el otro fenómeno que contribuye al calentamiento global. Nuestra provincia lo padece desde hace décadas y avanza. Las propuestas de los científicos mendocinos para su control son usadas en todo el mundo, mientras que acá son ignoradas.

No hay mendocino que deje de mencionar al calentamiento global para tratar de explicarse la variabilidad de las temperaturas, la sequía o las pesadas nubes de agua que amenazan durante días y días el cielo local y no terminan de convertirse en lluvia.

Sin embargo, cuando se habla de calentamiento global sólo se piensa en la emisión de gases de efecto invernadero que afectan a la atmósfera y pocos se remiten al otro fenómeno que lo abona: la constante y progresiva desertificación que sufre nuestra provincia.

Argentina es el noveno país del mundo por la extensión de sus territorios de tierras secas y el más importante de América Latina. Por ello, es uno de los más amenazados por la desertificación debido la gran cantidad de superficie que posee en condiciones de riesgo.

Las últimas mediciones confirman que el 70% de la superficie de nuestro país está sufriendo la desertificación. De allí que se realizara recientemente en Buenos Aires la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, de la que participaron 192 científicos de todo el mundo.

Esta cumbre fue tan importante como la Conferencia sobre el Cambio Climático 2009 que terminó el vienes en Copenhague.

“La desertificación es un problema global y actual. Está totalmente relacionada con el cambio climático. Le llaman el “cáncer de la Tierra” porque avanza lenta y encubiertamente y cuando se manifiesta los procesos ya son difíciles de controlar o muy caros”, explica Elena Abraham, directora del IADIZA (Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas).

La geógrafa señala que “en la cumbre de Copenhague se trataron dos temas de agenda: mitigación del cambio climático y adaptación al cambio climático. La mitigación tiene que ver con la reducción de la emisión de gases. La adaptación consiste en la presentación de proyectos como los nuestros, que se pueden implementar en cualquier tipo de suelo. Las tierras secas son las que mejor se adaptan a los cambios de clima. Por eso, podemos entregar mucha experiencia para que otras comunidades tomen el modelo y lo adapten a sus sistemas”.

[Desierto Lavalle]

Nuestra provincia sufre una constante y progresiva desertificación.

Mendoza y el cambio climático

“El cambio climático está afectando a Mendoza de una manera categórica pero la desertificación la está afectando desde hace mucho tiempo y es uno de los procesos que más contribuye al cambio climático”, subraya la investigadora.

La desertificación es el resultado de una serie de complejos procesos y uno de ellos es la pérdida de la vegetación natural que conlleva a una mayor cantidad de suelo desnudo. “Eso modifica el albedo, de ahí que la cantidad de emisiones que se reflejan en la atmósfera sean mayores y con ello contribuimos al cambio climático global. También contribuimos de otras maneras porque estamos reduciendo la cantidad total de humus, es decir, de materia orgánica que hay en la superficie terrestre”, destaca la científica del CONICET.

“Los mendocinos tenemos que tomar conciencia de esto en todos los procesos de nuestra vida cotidiana y de nuestra vida institucional. La desertificación es un tema que está fuera de la agenda de quienes toman las decisiones políticas. El agua es un bien escaso que hay que administrar con sabiduría. Por ello hay que generar conciencia en la población y en los tomadores de decisión”, enfatiza Abraham.

Las tierras secas de Mendoza producen el 12% de los recursos hídricos de todo el país y son estratégicos para el desarrollo de todo el centro-oeste argentino.

Las tendencias indican que habrá modificaciones en el clima de Mendoza. Estas lluvias de verano probablemente sean más violentas en el futuro, acompañadas por más tormentas de granizo. La reducción del área cubierta por hielo en los glaciares es un hecho y las precipitaciones de nieve en cordillera empiezan a ser diferentes, aleatorias y a destiempo.

Para la directora del IADIZA es esto "nos va a afectar en el mediano y en el largo plazo. La precipitación de nieve en cordillera y los glaciares son los que alimentan el caudal de nuestros ríos y constituyen nuestra única provisión segura para el uso humano, para riego y para todos los otros usos. Los ríos de Mendoza son de muy bajo caudal que se alimentan del derretimiento de la nieve en cordillera y cuando ésta falta, del derretimiento de los glaciares. Tenemos que empezar a pensar cómo va a influir esta disminución del agua en nuestro sistema productivo”.

“Independientemente del escenario amenazante ofrecido por el cambio climático global hay un escenario mucho peor que es el actual”, sentencia la investigadora.

El 97% del territorio de Mendoza no está irrigado y está sufriendo tremendos procesos de desertificación que afecta las bases productivas de toda la provincia. Abraham afirma que "en los oasis también hay desertificación por el mal uso del riego, porque no estamos trabajando adecuándonos a la escasez de agua, por la mala administración en las políticas del agua, por la falta de inversión en los servicios, por el desmonte, las malas prácticas agrícolas y ganadera y la intervención de los ríos para riego hasta secarlos y dejar ríos de arena”.

[Desierto Lavalle]

La desertificación afecta las bases productivas de toda la provincia.

Tierras secas: pocas precipitaciones y altas temperaturas

Las tierras secas son todos aquellos paisajes y territorios que tienen la característica de presentar un gran déficit en la cantidad de agua que necesitan las plantas para vivir debido a que hay pocas precipitaciones y altas temperaturas.

Por estar situada en un territorio de tierras secas, Mendoza sufre los efectos de un proceso que se llama desertificación

“La desertificación tiene dos componentes importantes para considerar. La alta variabilidad climática de las tierras secas con déficit hídrico, se manifiesta agudamente en estos territorios bajo la forma de sequías. A esta variabilidad climática le tenemos que sumar el mal uso que hacemos de los territorios de tierras secas las comunidades que las habitamos”, destaca la directora del IADIZA.

Y agrega que la confluencia de estos fenómenos forman los procesos de desertificación con el consiguiente avance de las condiciones de desierto y las pérdidas de integridad de los ecosistemas de tierras secas.

La media promedio de precipitaciones en Mendoza es de 200 milímetros anuales. “Si analizamos los promedios de precipitación y de temperaturas en un período de cientos de años, vemos que hay muchos años que van por encima de la media y muchos años que van por debajo de la media. Lo que nos cuesta saber en este momento es en qué punto de este ciclo nos encontramos: si estamos en un período en el que estamos saliendo de un momento de déficit hídrico y de sequía o si estamos en un punto por encima de la media, iniciándolo”, expone la investigadora.

[Desierto Lavalle]

El 97% del territorio de Mendoza no está irrigado.

Entre la sequía, la lluvia y el calor

De acuerdo a los estudios realizados este año, “sabemos que las precipitaciones han estado por debajo de la media, porque en el llano ha habido una gran sequía”, expresa Abraham.

La experta desarrolla el concepto: “Cuando hablamos de los problemas de agua en Mendoza debemos recordar que nuestra provincia tiene dos grandes ecosistemas que funcionan de manera muy distinta: el de la montaña con el régimen nival y el del pedemonte con sus extensas llanuras que constituyen la mitad de territorio, que tiene otro tipo de régimen. Aquí es donde ha habido una gran sequía a lo largo de todo este año”.

Los registros climáticos en Mendoza se organizan en dos períodos: el período instrumental, que se inicia a principios del siglo XX cuando empieza a registrarse con el Servicio Meteorológico Nacional la cantidad de precipitaciones y las temperaturas. Es posible obtener datos más antiguos a través de las técnicas de la climatología histórica o de la historia ambiental y, basándose en estos registros indirectos, estudiar la variabilidad climática.

A través de fuentes que vienen de la historia mendocina, como los datos registrados en las actas del Cabildo en el siglo XVIII, publicaciones periódicas, crónicas de los viajeros y diversos documentos privados, se logra comprender cómo era el clima de Mendoza hace doscientos y trescientos años.

María del Rosario Prieto, científica del IANIGLA (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales), trazó la curva de precipitaciones del siglo XVIII y descubrió que la centuria del 1700 al 1800 presentó una llamativa variabilidad climática. Su estudio muestra que hubo décadas enteras ubicadas por encima de la media hasta treinta años, seguidas de otros treinta años por debajo de la media.

“Esto significa grandes y muy largos contrastes; treinta años es una generación que cree que está viviendo en mejores o peores condiciones que sus padres y abuelos”, apunta Abraham.

Y agrega que “la percepción a corto plazo de las condiciones climáticas es muy engañadora. La gente dice el año pasado llovió más o cuando yo era chica llovía menos. Pero esto es subjetivo. Solamente este tipo de estudios nos dan las verdaderas tendencias, el verdadero escenario en que se ha desarrollado el clima”.

[Desierto Lavalle]

El IADIZA trabaja modelos alternativos de desarrollo que son utilizados en distintos países del mundo, pero ignorados en Mendoza.

Cómo aprender a manejar el agua

En el caso de las precipitaciones también hay una gran variabilidad a lo largo del año. “La mayor parte de las precipitaciones se dan en verano pero bajo la condición de grandes tormentas que precipitan hasta 60 milímetros en una hora. O sea, un cuarto del promedio anual cae en una hora. Y no tenemos una infraestructura planteada para almacenar ese caudal de precipitaciones y utilizarlo para el uso humano”, asegura Abraham.

Esto ocasiona grandes aluviones que producen destrucción y saturan los canales con la consiguiente pérdida de importantes caudales de agua.

Para aprender a manejar las grandes lluvias, la científica relata que “el IANIGLA está trabajando en el manejo ecológico de cuencas. Lo que hay que evitar es el desmonte de la vegetación natural del pedemonte porque ésta actúa como una esponja, absorbiendo las precipitaciones. Cae la lluvia, una parte se infiltra, otra parte escurre y otra parte se evapora. La vegetación natural actúa como un colchón, facilita el proceso de una manera armónica. Si se desmonta la vegetación natural se facilita el escurrimiento rápido en detrimento de la infiltración. Y así aceleramos los aluviones”.

Abraham aconseja mantener la vegetación natural y en caso de no tenerla, reforestar; terminar la coraza aluvional del Gran Mendoza que se empezó a construir en los años 60 y nunca se terminó; mantener bien drenados los diques ya existentes como el Papagayos y los canales aluvionales, ya que si están colmados de sedimentos se rebalsan y producen aluviones de basura y barro.

“En el llano, donde más se manifiestan los problemas relacionados con las precipitaciones, tenemos pocas lluvias y mucha actividad ganadera. Nosotros proponemos aprender a trabajar con lo que se llama `lluvia segura´, concepto que elabora el IADIZA desde la unidad de Producción Animal”, señala Abraham.

La "lluvia segura" se basa en trabajar con el rango de precipitaciones probables, no con la máxima ni con la mínima, sino con la precipitación media de cada diez años. Es decir, tener un promedio de los últimos diez años para saber qué rango de precipitaciones se puede considerar seguro para nuestro territorio y planificar sobre esta base.

[Río Tunuyán]

Las tierras secas de Mendoza producen el 12% de los recursos hídricos de todo el país.

Científicos, en el desierto

El grupo de científicos especialistas en zonas áridas ha creado modelos de adaptación al cambio climático que resuelven problemas actuales en escenarios actuales, pero no han tenido éxito con sus propuestas para luchar contra la desertificación ante los tomadores de decisiones políticas tanto a nivel provincial como nacional.

“Trabajamos modelos alternativos de desarrollo poniendo en valor los recursos endógenos del territorio, o sea, lo que las tierras secas nos pueden ofrecer. Sin pedirles de más ni de menos, sino logrando un equilibrio”, apunta Abraham.

“Nuestros modelos están probados, nos los piden para aplicarlos en otras partes del mundo y acá estamos peleando día a día para lograr implementar unidades demostrativas de desarrollo sustentable de las tierras secas con recursos endógenos del territorio, con participación de las comunidades, con diversificación productiva. Todo está probado científicamente y acá no logramos poner en marcha una sola experiencia completa”, asevera la investigadora.

Planificar es prevenir

Abraham subraya que desde el IADIZA se aboga por la planificación tratando de evitar el avance urbano desordenado sin ningún tipo de control.

"Tenemos que hacer de una vez por todas un código urbano para el pedemonte en donde todos los asentamientos están ambientalmente acondicionados. No se podemos levantar cualquier casa, cualquier construcción”, asegura.

Para ello, las construcciones tienen que seguir las curvas de nivel, utilizar la vegetación natural, diseñar las casas para retener la mayor parte de la lluvia que cae, calcular que la relación entre el espacio ocupado y el no ocupado en un lote facilite la infiltración y no el escurrimiento. “Todo lo contrario de lo que se está haciendo en La Estanzuela”, afirma con énfasis la experta.

La ley 5804, sancionada en1991, llamada Ley de Planificación del Pedemonte, fue la primera ley de uso del suelo que hubo en Mendoza, en la que se disponen las regulaciones de los usos del suelo en función de minimizar el impacto ambiental de las urbanizaciones.

En su reglamentación intervino el IADIZA y la Dirección de Ordenamiento Ambiental y de Desarrollo Urbano. En ella se desarrolla la zonificación del pedemonte, cómo administrar las áreas de urbanización inminente, cuáles son las áreas en las que hay que tener precauciones a la hora de aprobar una urbanización y cómo tratar los asentamientos espontáneos, como los cordones de miseria que hay en el pedemonte.

Link permanente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/178967

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