Título: UN GIGANTE CON PIES DE BARRO
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Argentina - 02/11/2004
Cuando se comenzó a llenar la represa de Río Hondo, en 1967, su vida útil estaba contemplada entre 50 y 70 años. Para llegar a esta última edad debían realizarse tareas que nunca se hicieron. Vamos por el año 37 de los 50 de vida útil. El lago sigue perdiendo capacidad de embalse. De él depende el riego de más de 50.000 hectáreas en producción y la subsistencia de miles de santiagueños que beben del Dulce.
Hace al menos una década que se habla mucho y se hace poco desde el sector público provincial y nacional por preservar el embalse de Río Hondo. Y vamos a decirlo bien claro: Si este espejo de agua acelera -tal como viene sucediendo- y pierde su capacidad de embalse tal como lo certifican innumerables estudios, análisis y todo tipo de documentación recogida por la Universidad Nacional en los últimos años, no sólo no habrá agua para mitigar la sed de los pobladores del sur de la provincia como sucede este año, sino que además, el impacto económico que sufrirá la producción hortícola y ganadera de la zona de riego será terrible.
Es importante señalar que en este año seco el aporte del agua del Dulce que proviene desde el embalse de Río Hondo fue vital para dar de beber a las poblaciones que se encuentran río abajo de la Capital santiagueña y hacia el sur de la provincia. Pero este problema de la seca que no es menor y ya se produce por segundo año consecutivo con importantes pérdidas en las más de 50.000 hectáreas de cultivos que se realizan en la zona de riego, es sólo una parte del problema. Hay otro más, que es el problema de fondo.
Esta semana, la Asociación de Ingenieros y Técnicos (Aite) elevó un informe a los medios de prensa. Allí se indica que a un año de la Audiencia Pública Nacional por la situación del Embalse de Río Hondo todo sigue como entonces: Siguen fluyendo los sedimentos desde los ríos tucumanos que le quitan profundidad al lago y se siguen vertiendo aguas contaminadas provenientes de los desechos de los ingenios azucareros. Toda esa basura va a parar al embalse. Le quita vida. Y le quita profundidad. Hoy, el dique tiene mucha menor capacidad de embalse que cuando se inauguró, el 1 de enero de 1968.
Dato preocupanteHay un dato estremecedor, contado por los ingenieros de la Aite: En la última bajante que tuvo el lago, quedaron a la vista los árboles que estaban en el interior del embalse al momento de llenado de la represa. De esos árboles, sólo se ven sus ramas superiores. Y están cubiertas de lodo. O sea -estiman- que la sedimentación que ingresó al embalse le restó profundidad en al menos 4 metros. Por estos días, agregan otro dato que no es menor.
La gente del Club Náutico, no puede bajar sus embarcaciones al agua porque el barro está muy próximo a la superficie en las orillas y hace inviable la navegación. Allí la profundidad, en promedio, alcanza sólo los dos metros. Se puede vivir sin navegar, sin ninguna duda. El problema es que la profundidad del lago es cada vez menor y ello implica menor capacidad de embalse. O sea, menor cantidad de agua disponible para situaciones de sequía como la de estos días.
“Una presa como la de Río Hondo costaría US$ 550 millones, la construcción de una nueva como El Sauzal, aguas abajo, rondaría los US$ 450 millones, inferimos, con estos valores que cuidar lo que ya está sería mucho más barato”, dicen desde la Aite.
Y en este punto, sería interesante que los candidatos a ocupar el sillón de Juan Felipe Ibarra en las próximas elecciones muestren sus planes de acción al respecto. Es más, deberían expresar su compromiso a hacer algo. Porque si el embalse sigue acelerando su muerte traducida en cada vez menor capacidad de retener agua, no sólo los pobladores del sur de la provincia estarán en problema sino que una gran porción de la economía provincial sufrirá un impacto letal.
Al inaugurarse el dique de Río Hondo, se estimaba una vida útil de la presa entre los 50 y 70 años. Pero se podría haber llegado a los 70 si es que se hubieran tomado todas las providencias y cuidados necesarios -que entre paréntesis no se hicieron- para estirar lo más posible esa vida útil. Vamos, a la fecha, por el año 37 de esos 50 años, hoy en 2004. No debemos ser apocalípticos pero sí previsores. Es la tarea que deben realizar los que van a gobernarnos en esta transición. Y no es una opción. Es su obligación.
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