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Título: CORDOBA EN EMERGENCIA AMBIENTAL (24/01)..
Argentina - 24/01/2005

A veces no se tiene en cuenta que la desprotección de la naturaleza puede llevar al agotamiento de los recursos, a la desertificación de la tierra, al achicamiento o desaparición de las fuentes de humedad y agua.

Cuando hay inundaciones, la culpa la tiene el Gobierno, y cuando hay sequía, también. Lo que en parte es cierto, porque el Gobierno no adopta las medidas necesarias para la protección del ambiente, para prevenir las catástrofes y desbordes o para asegurar la provisión de agua. Pero la otra parte de la verdad es que varios de los sectores que se quejan –productores agropecuarios, industriales, usuarios– también son responsables.

Muchos de ellos pecan de falta de conciencia ecológica y adhieren alegremente a una falsa idea del progreso y el desarrollo. Y se siguen desmontando bosques y llanuras y destruyendo la vegetación natural de las sierras y las pampas. La extensión de la “frontera agropecuaria” es saludada como un éxito económico, y en efecto lo es si se lo mide en términos de producción, rentabilidad y entrada de divisas. Pero si se piensa en el mediano y largo plazo, esta visión de las cosas puede resultar fatal, ya que a veces no se tiene en cuenta que la desprotección de la naturaleza puede llevar al agotamiento de los recursos, a la desertificación de la tierra, al achicamiento o desaparición de las fuentes de humedad y agua.

Un reciente documento de la Fundación de Defensa del Ambiente (Funam) dice que las sierras de Córdoba deberían ser declaradas en estado de emergencia e impedirse toda nueva destrucción de los recursos nativos, como los bosques serranos, los romerillales y los pastizales de altura. Asimismo, sostiene que los cultivos de papa, los loteos en las faldas de las sierras y las minas son incompatibles con la preservación de las cuencas.

Pero Funam también reclama que se prohíba el desmonte y la destrucción de los ambientes nativos en los ecosistemas de llanura, en especial en el norte de la provincia, donde la extensión de los cultivos de soja puede llegar a causar estragos con el paso del tiempo. La soja es, en efecto, un ejemplo de la paradoja del progreso, pues por un lado es símbolo del crecimiento de la economía y por el otro se constituye en una seria amenaza para el futuro. No se trata de impedir el cultivo de soja, sino de que éste se haga con criterio racional y con la intervención de organismos oficiales –como la Agencia Córdoba Ambiente– y de las entidades, fundaciones e instituciones universitarias que tienen conocimiento y experiencia en materia de defensa del ambiente.

Otro sector crítico de llanura es el sur provincial, donde la extensión irracional de los cultivos y la caótica construcción de canales siguen destruyendo los humedales, acrecentando de esta forma los problemas hídricos de la zona. Y es aquí donde se pone de manifiesto la responsabilidad compartida del Gobierno con el sector privado, ya que muchos productores –en aras de extender el área sembrada– olvidan que las lagunas y bañados son sistemas naturales de retención de agua y que, por ende, su destrucción expone a la tierra a mayores riesgos frente a la sequía y los cambios climáticos.

Y así se van sumando otros problemas, como la exposición al viento de arsénicos y metales provocada por la destrucción de los cultivos nativos, que hace que esos contaminantes puedan llegar a afectar zonas densamente pobladas. O el uso indiscriminado y masivo de plaguicidas, que pueden eliminar mosquitos, insectos y toda clase de plagas, pero también dañar la salud de las personas, como ha quedado demostrado de modo fehaciente.

Como puede verse, la situación ambiental de Córdoba es compleja, delicada y grave. Alguien –sobre todo si es funcionario– puede decir que hay quienes exageran, que los problemas existen pero que la situación no es grave. Sin embargo, por aquello de que es mejor prevenir que curar, habría que tomar muy en serio las advertencias de Funam y de otras instituciones que se expresan de manera similar.

Y lo importante es que todos –Gobierno provincial, municipios, entidades agropecuarias e industriales– tomen clara conciencia de los riesgos que acarrea la depredación continuada de la naturaleza y el ambiente. Porque lo que está en juego es el futuro de la provincia, que no puede ser rifado en nombre de una falsa idea de progreso.

Fuente: La Voz del Interior


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