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Título: Investigación. Polémica por la lucha contra el granizo en el oeste argentino.
Argentina - 26/10/2004

En noviembre la Fuerza Aérea Argentina comenzaría a manejar el sistema de lucha contra el granizo en Mendoza. Tras años de cuestionado trabajo de una empresa norteamericana, el gobierno dejó la tarea en manos de la FFAA, organismo que “no está capacitado” para el trabajo, según los antiguos operadores argentinos del servicio. Un experto desestimó el sistema utilizado por ineficiente y oneroso.


En noviembre próximo la Fuerza Aérea Argentina (FFAA) comenzaría a manejar el sistema de lucha contra el granizo en Mendoza (provincia al oeste del país). Tras 6 años de cuestionado trabajo a cargo de una empresa norteamericana, el gobierno dejó la tarea en manos de la FFAA, organismo que “no está capacitado” para el trabajo, según los antiguos operadores argentinos del servicio. Un experto en meteorología desestimó el sistema utilizado por ineficiente y oneroso.
Mendoza es una de las áreas más propensas al granizo del mundo. “Las pérdidas debido al granizo son históricamente mayores del 10 por ciento de la producción agrícola anual”, aseguró Wheater Modification Inc (WMI), encargada de la lucha contra el granizo hasta marzo de este año. Para otros, las pérdidas anuales son menores.
De acuerdo con la empresa norteamericana y sus socios locales, durante seis años bajó el daño por granizo en un 40 por ciento respecto de las marcas históricas de los 9 años anteriores “lo que significaría 80 millones de dólares anuales de recuperación de la producción”. Aldo Cicero, ingeniero agrometeorólogo de la Universidad de Cuyo, negó a RENA esas estadísticas y aseguró que los métodos utilizados nunca fueron efectivos.
Dicen que la FFAA no está capacitada
El gobernador mendocino Julio Cobos, anunció que la Fuerza Aérea Argentina va a operar el sistema de lucha antigranizo a partir de noviembre, tras haber declarado desierta la licitación en la que pujaban dos empresas privadas, tal como informó RENA la semana pasada.
El mandatario hizo el anuncio en medio de la expectativa generada por impugnaciones cruzadas entre la anterior concesionaria WMI y Sewasa SA, las operadoras que se habían presentado a la convocatoria oficial para hacerse cargo de los trabajos durante las tres próximas campañas. El sistema podría comenzar a regir a mediados del mes próximo, luego que la Provincia formalice la contratación directa con la Fuerza Aérea.
Las empresas privadas “en ningún caso contenían elementos superadores de lo que se venía haciendo, una condición impuesta en esta convocatoria”, dijo la ministra provincial de Economía, Laura Montero, a la prensa local.
El Comodoro (R) de la FFAA, Mario Mir, presidente de Transportes Aéreos Cuyo S.A. (TACSA) manifestó desconocer porqué las autoridades mendocinas dejaron la actividad en manos de una fuerza que “no está capacitada” para hacer el trabajo.
TACSA es una sociedad de origen mendocino fundada en 1991 con fines aeronáuticos, que ha realizado distintos trabajos nacionales e internacionales. En 1999 comenzó a ser la operadora de WMI. Manuel Mir, fue el jefe del proyecto de lucha contra el granizo desde el año 2001.
“Si bien soy Comodoro (R) de la FFAA y he desarrollado toda mi actividad en aviones Mirage, por lo que conozco la capacidad de la FFAA y sus integrantes, esta actividad es muy específica y alejada de las actividades normales de un aviador. Su desarrollo requiere infraestructura, instrucción y capacidades muy particulares”, aseguró.
El sistema utilizado
Desde 1985, con algunas interrupciones, se aplicaron en Mendoza programas de supresión de granizo utilizando tecnología rusa de siembra por cohetes. A partir de 1998 comenzó a regir un nuevo sistema aerotransportado de supresión de granizo a cargo de WMI, empresa de Fargo, Dakota del Norte (Estados Unidos), para el Ministerio de Economía provincial.
Entre el 4 de diciembre de ese año y el 15 de abril de 1999, se inició un programa anual para demostrar las capacidades de la técnica y metodologías de sembrado aéreo para supresión de granizo.
En octubre 1999, se abrió una licitación internacional y WMI recibió un contrato de 5 años (hasta el 31 de marzo de 2004), para continuar el programa operacional de siembra y poner en marcha un plan de transferencia de tecnología y otro de investigación científica. La empresa, además, trabaja con tecnología similar en aumento de nieve e incremento de lluvias.
TACSA fue la empresa operadora de WMI para la licitación internacional, y una vez adjudicada, para la ejecución de un programa de lucha antigranizo por un costo total de casi 30 millones de dólares, informó Manuel Mir.
“Toda empresa extranjera por disposición del Código Aeronáutico necesita a otra argentina, como su operadora. Esta empresa y su representante técnico es la responsable ante los organismos oficiales: Dirección Nacional de Aeronavegabilidad, Inmigraciones, Aduanas, Seguros Fuerza Aérea Trabajo Aéreo, entre otros, de los aviones y del personal”, explicó el Comodoro retirado.
La empresa de Norteamérica, a través de su radar principal de alto alcance (instalado en Cruz Negra y vinculado con otros en áreas cercanas), durante el período en que operó se ocupaba de detectar los frentes de tormenta en un radio de 300 kilómetros (incluso más allá de la propia provincia).
El sistema es considerado de carácter “activo” porque actúa en el momento mismo en que se acerca un frente tormentoso. Los radares meteorológicos ubican a las nubes potencialmente productoras de granizo por medio de un software especialmente diseñado. Esas nubes son combatidas por aviones que disparan cartuchos rellenos con químicos que -según la empresa- inhiben la formación de las piedras y reducen su impacto en los cultivos.
Una vez establecida la peligrosidad de la tormenta, los aviones sobrevuelan a unos cuatro mil metros de altura, casi a ciegas. Esas condiciones hacen importante la coordinación con el quipo de meteorólogos, operadores y controladores de vuelo en tierra.
Una vez situados en el frente tormentoso, liberan 1300 cartuchos de ioduro de plata que, unidos a las bengalas adheridas a las alas, producen un efecto disgregador del granizo y lo vuelven inofensivo. La misma fricción del aire termina, en muchos casos, por convertir la piedra en gotas de lluvia. Se busca que las precipitaciones caigan antes de que la tormenta llegue a la zona de cultivos, de acuerdo con la explicación empresarial.
Ese método se utiliza en Estados Unidos para proteger plantaciones como las de la localidad de Fargo, denominada el "granero del mundo" por su doble cosecha anual de trigo. Allí WMI protege los cultivos desde hace años, al igual que lo hizo en otras partes del mundo como Tailandia, Grecia, Turquía e India.
Según datos de 2003, la adhesión a ese método le costó al gobierno mendocino entre 20 y 23 dólares por hectárea al año.
Un lustro lleno de fricciones
“Los problemas que existieron con la provincia (durante la ejecución de la licitación) fueron de carácter financiero y no técnico. De hecho a través de los seis años esta empresa bajó las pérdidas por granizo en el 40 por ciento del daño histórico de los 9 años anteriores sin siembra o con siembra por cohetes realizados con tecnología rusa. Eso significa aproximadamente 80 millones de dólares anuales de recuperación de la producción”, explicó Mir.
Los problemas que tuvo WMI comenzaron con la devaluación y los meses previos a ella. “En 2002 la empresa trabajó sin recibir un solo dólar y durante la pesificación de la deuda perdió 3 millones de dólares aproximadamente. La empresa tenía en Mendoza aproximadamente 30 personas entre operativos, controladores y administrativos”, relató.
Ya entre en el período de demostración, que se extendió entre diciembre de 1998 y abril de 1999, la empresa asegura que los resultados fueron muy exitosos y hubo un 59 por ciento de disminución en el daño en relación con el promedio histórico de los nueve años anteriores. “Esto generó grandes expectativas para el futuro y mucho entusiasmo en el gobierno y los productores mendocinos”, según el operador argentino.
Para iniciar el proceso de licitación, se contrató el asesoramiento de un experto canadiense. El Gobierno, a través del Instituto de Desarrollo Rural, se encargó de racionalizar el cúmulo de material estadístico que la provincia poseía, fruto de nueve años de recolección de información de daños.
Según TACSA “se revisaron todos y cada uno de las denuncias existentes en el seguro agrícola y se racionalizaron año por año de manera que existiese una base de datos suficientemente extensa que permitiera comparar los resultados de la lucha activa que se iba a licitar. Se concluyó en que las hectáreas a cubrir (irrigadas) son 320 mil y el daño promedio del 11 al 12 por ciento (unas 37 mil hectáreas anuales) con un costo integral de 120 millones de pesos. Esos parámetros fueron fijados para el análisis económico comparativo que era necesario realizar al fin de los cinco años de contrato”.
Tarea por decreto
Se encomendó por decreto a la Universidad Nacional de Cuyo la ejecución de la Auditoria y a la Dirección Provincial de Contingencias el control de daños en los tres oasis productivos.
En el año en que entró en vigencia la licitación, el fenómeno meteorológico conocido como “La Niña” produjo el mayor daño por granizo en 8 años (un 6 por ciento sobre la media histórica), a pesar de las intensas operaciones de siembra. Según relataron fuentes ligadas a la empresa, la expectativa y el entusiasmo inicial se transformaron en dudas y cuestionamientos sobre la tecnología y su implementación. Además, asumió un gobierno nuevo que temía que el proyecto fuera costoso y poco efectivo.
Se sucedieron las primeras penalidades impuestas por las autoridades provinciales y se amenazó con cancelar el contrato, que sin embargo siguió vigente.
En el período 2000-2001, además de las operaciones de siembra, la empresa instaló el software TITAN en los radares del Gobierno MRL5 y llevó a cabo cursos conducidos por personal de Bulder (Colorado, EEUU). También se realizaron inspecciones internacionales, según el relato empresarial.
“La implementación del software TITAN y la integración de las tres pantallas en una sola imagen, incluyendo los radares del Gobierno fue realmente un éxito, ya que se dudaba de la posibilidad de hacerlo. Se instalaron pantallas remotas en varios lugares del Gobierno y se emitieron cada diez minutos a todo el mundo a través de Internet, beneficios que permitieron pasar de un sistema casi obsoleto a la más moderna tecnología”, consideraron las mismas fuentes.
Las penalidades económicas impuestas por las autoridades continuaron y la empresa siguió asegurando que los daños bajaban de manera estrepitosa, hasta la crisis de 2001.
“Esta situación fue un desastre económico para la Argentina y para Mendoza, de la misma manera que para WMI y todo su personal”, declaró la empresa, que igual aseguró haber bajado el daño histórico por granizo en un 47 por ciento, a pesar del drama económico y político que azotaba al país.
Hacia el final de la concesión, WMI consideró que “la cantidad de daño por granizo en el total mendocino fue inferior 49 por ciento del promedio de los cinco años anteriores sin siembra”.
“En números gruesos y asumiendo el promedio de perdida de 120 millones de pesos debido al granizo sin siembra, hubo un beneficio estimado de 59 millones de la misma moneda. El promedio de daño por granizo para los últimos seis años es un 31 por ciento inferior al promedio de los últimos cinco años sin siembra, con un beneficio estimado en 216 millones de pesos”, aseguró WMI.
La empresa reconoció que “no se puede eliminar el granizo. Nuestro objetivo ha sido lograr una reducción de 50 por ciento durante los cinco años, inferior de daño al daño histórico promedio de los años sin siembra. Hemos alcanzado una importante reducción del daño promedio en cinco de los seis años de trabajo”.
“El daño promedio de los últimos cinco años con siembra aérea de nubes, es ahora 45 por ciento menor que el promedio de los nueve años anteriores. Los resultados confirman en la práctica una consistente disminución del daño, coherente con resultados en proyectos similares de otras partes del mundo”, finalizó.
Los métodos usados no fueron efectivos
El ingeniero agrónomo Aldo Cicero, profesor titular de la Cátedra de Meteorología Agrícola de la Facultad de Ciencias Agrarias (Universidad de Cuyo, Mendoza), aseguró a RENA que “no es posible corroborar con validez estadística o rigor científico que los niveles de efectividad de los métodos de siembra que se declaran, sean reales y concretos”.
“Por el contrario -dijo- la escala de siembra de las tormentas es considerada insuficiente desde hace mucho tiempo por muchos especialistas y en particular por los de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo. Esto es sencillamente evidente cuando se compara la escala de los fenómenos de tormenta, sobre todo los graves (de los miles de kilómetros cúbicos) con la escala de influencia de cualesquiera sean los cohetes o bengalas y la técnica de siembra que se use, y por precisa que pudiera ser”.
De acuerdo con el experto mendocino, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en su última reunión aseguró que “aunque se pudiera sembrar efectivamente, no se puede asegurar que el método posea efectividad, y que este se halla muy influenciado por el azar”.
“La pretendida influencia declarada de la siembra sobre el incremento de precipitación, es también señalada por la OMM en su informe, indicando que en las zonas áridas, que lo son por su muy bajo contenido de humedad en la atmósfera, no arroja resultados positivos. Es imposible producir lluvia si en la atmósfera no hay agua disponible y su incorporación requeriría una cantidad de energía tan importante que la tecnología hoy conocida no permite disponer. Además el método de siembra de por sí no incorpora agua”, aclaró.
“Si se pudiera cambiar el régimen de precipitación de zonas áridas, países con gran disponibilidad de recursos y de tecnologías ya hubieran solucionado los problemas de aridez de sus grandes desiertos”, aseguró.
Abandonar el ensayo y el error
A lo largo de la historia de los diversos sistemas de siembra en Mendoza se han difundido resultados con un amplio espectro de cifras, desde efectividades muy altas hasta las que hoy se manifiestan, que rondan el 25 por ciento, según el especialista mendocino.
Esa baja efectividad, si pudiera llegar a probarse por vía científica “difícilmente sería una opción para alguien que desea solucionar el problema definitivamente, aún cuando no existiera metodología que pueda asegurar mejor resultado, lo que no ocurre en Mendoza, donde hay otros métodos con una efectividad segura y prácticamente completa”, amplió.
La baja incidencia del granizo en las últimas campañas, la variabilidad en los rendimientos de los cultivos, su capacidad para recuperarse después de las granizadas que no representan daños elevados, la mayor inversión de los productores sumado al tipo de cambio, son otros factores que pueden incidir en las estadísticas que algunos relacionan con los métodos de siembra utilizados.
Para Cicero, el sistema de tela antigranizo, en comparación con los métodos activos, sólo demanda una mínima inversión estatal, en su difusión hacia todos los productores.
“Un sistema de lucha activo o indirecto, suponiendo que fuera útil, debe ser de orden regional o generalizado y no puede garantizar a nadie en particular la ausencia de caída de granizo. El productor que sufre el daño no recibe ninguna clase de indemnización, pierde su producción total o parcialmente y debe aguardar un año, y a veces más, para su recuperación”.
En cambio, “los métodos de protección directa o física son aplicables a nivel de predio, voluntariamente por el productor, y aseguran la posterior y permanente ausencia de granizo en toda la superficie que se cubra. Si se cubre parcialmente la propiedad, empezando por los cultivos mas rentables, se asegura la subsistencia del productor”, aseguró.
En ese caso la inversión del Estado “es cada vez menor en la medida que se avanza en la superficie sustraída a la factibilidad de daño, pues va disminuyendo la necesidad de subsidiar directa o indirectamente a personas afectadas y los riesgos remanentes de los productores que no cuenten con protección total. Y mientras no la alcancen, pueden ser cubiertos en forma mucho más accesible por los sistemas de seguro, que deben complementarse con la tela”, explicó.
Para Cicero, al no promoverse las telas y utilizarse el sistema de siembra de carácter regional, la superficie susceptible de ser dañada permanecerá aproximadamente constante y el costo de la aplicación del método tiene necesariamente que seguir siendo el mismo, año tras año.
“La estadística de granizo registrada, con y sin aplicación de sistemas, permite inferir que en forma habitual la cantidad de productores afectados expresada en porcentajes es de solo un dígito (menor del 10 por ciento) y solo en años muy excepcionales algo superior a ese nivel”.
“Si se muestreara un número grande de productores repartidos en la forma que se desee, (o incluso la totalidad) y se los encuesta luego de una temporada de aplicación de cualquier sistema activo, al final de la campaña el 90 por ciento o incluso más no se vería afectado y podría incluso estar confundiendo la ausencia de daño como efectividad de un método, por una necesidad profunda de creer que existe una forma de protección”, dijo.
De esa manera “se desvirtúa también que se pretenda considerar como protegida al 25 por ciento de la producción total provincial, cuando en realidad debería considerarse sólo el 25 por ciento de lo que fue afectado: si es el 10 por ciento del área, resulta que solo está protegido el 2, 5 por ciento de la producción global.
“Toda la historia de los métodos de siembra se basa en la formulación de una teoría, en virtud de la interpretación de un hecho accidental ocurrido en laboratorio y su pretendida aplicación posterior, en forma de lucha activa, o como investigación para determinar la posible efectividad, pero no ha podido hasta hoy demostrarse científicamente que es lo que realmente ocurre en la atmósfera libre”, aseguró.
“No es aceptable, cuando se trabaja con sólo la intención de evitar el daño, por mayor buena fe que haya en su aplicación, seguir investigando con la metodología de ‘la prueba y el error’, sobre todo cuando hay otras soluciones probadas. No considerarlas ocasiona una tan importante sangría de recursos”, finalizó. (Juan Ignacio Manchiola)


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