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Argentina - 17/01/2005

Rápidos y furiosos son los saltos del río Manso
La propuesta es hacer rafting hasta la frontera con Chile


La expedición tiene una dificultad de 3 y 4 en una escala de 1 a 5
Los nombres de los rápidos lo dicen todo: Gritá, Llorá y Doblá a la Izquierda, Extasis o Huevo Revuelto

SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Lo llaman Agujero de Ozono y nadie sabe por qué hasta que lo atraviesa. Primero el agua parece planita, pero enseguida se levantan dos olas blancas, que la balsa remonta hasta que cae. ¡Bum! En medio hay un hoyo arremolinado que desafía el equilibrio de los ocho ocupantes de la embarcación.

Maria Galano descubrió así por qué llaman Agujero de Ozono al rápido que la despidió de la balsa hacia las aguas heladas del río Manso. Después de todo, qué mejor que una zambullida al sol en un día de rafting.

Porque la adrenalina en estas montañas se llama agua blanca y se la encuentra en los rápidos del río Manso, que nace en el cerro Tronador y desagua más allá de la frontera, en el océano Pacífico. El desnivel de 250 metros en el recorrido forma rápidos que levantan olas ideales para "cabalgar".

El recorrido por el Manso hacia la frontera con Chile es lo que propone Extremo Sur, haciendo rafting en el corazón de los Andes. Es el más excitante de sus viajes con rápidos clases III y IV, casi lo máximo en la escala de V.

Para llegar al lugar es necesario recorrer cien kilómetros hasta el campo de Antonio John, un suizo cuya familia llegó aquí en 1937. Sus tierras, donde crió a seis hijos y se casó con Betty, están casi en el rincón de la frontera. Los navegantes llegan para un desayuno en sus campos, mientras se inflan las balsas y los viajeros se preparan con trajes de neoprene, cascos y chaquetas para evitar salpicaduras.

La voz de la experiencia

Está todo listo para lanzarse al agua. Julio Barrionuevo, al que todos conocen como Chimango, es el guía. Sus consejos tranquilizan y sus órdenes son inapelables. Los tripulantes son los rosarinos Martín Guerrero, Ricardo Pietromica, Andrés Bermúdez, Mariano Lascurain, de Don Torcuato, y María, la rionegrina.

El viaje es controlado desde un kayak de seguridad por Alejandro Rosales, dueño de Extremo Sur. Es el primer argentino que se animó a tirarse con esa embarcación por la Cascada de los Alerces, cerca del Tronador, a 18 metros de altura.

El rafting arranca más o menos tranquilo, con consejos sobre cómo actuar en caso de que se dé vuelta la balsa, cómo evitarlo y cómo nadar. Al poco tiempo, el primer rápido, Bienvenida, recibe a los aventureros. Sólo un calentamiento. Agujero de Ozono, el segundo, es otra cosa. Después de un momento de calma asoman apenas unas piedritas que transforman el río en el rápido Picapiedras, que la tripulación salva sin problemas. Pero se enfrenta ahora a otro salto del cual su nombre lo indica todo: Gritá, Llorá y Doblá a la Izquierda; si podés, claro.

Después de un chapuzón voluntario en medio de un paisaje maravilloso, con el río encañonado y un tupido bosque en la ribera, se abre paso Extasis (clase IV). Sólo atravesándolo uno se entera de por qué fue bautizado así: al caer de la balsa es imposible no beber litros y litros de agua, mientras se flota, chaleco mediante, con los pies hacia adelante, hasta alcanzar el remanso.

Más escollos

Todavía queda enfrente Huevo Revuelto, donde las piedras del cauce forman grandes olas que hay que remontar. Vaselina es el anteúltimo. Allí dos rocas forman un pasaje por donde la balsa apenas puede pasar, siempre y cuando el trabajo en equipo de la tripulación remando y la sabiduría del guía lo permitan, sin estrellarse contra las piedras.

El rápido Internacional espera al final, donde termina la parte argentina del río, junto al hito fronterizo que marca el límite con Chile. Allí termina la expedición, en un paraje casi mágico, donde las paredes de las montañas forman un valle verde, cerrado, lleno de silencio. Parece el extremo del mundo.

Todos desandan el camino en camionetas, por una senda hasta regresar al campo de John. Allí reponen tanta energía desgastada con un asado de vaca y cordero, acompañado de ensaladas caseras, buen vino tinto y una tarta de frambuesas que da ganas de quedarse a vivir aquí.

Por Hernán Cappiello
Enviado especial

Cuánto cuesta

Una salida de rafting en el río Manso tiene un valor de entre 130 y 150 pesos. Claro que el valor de la excursión varía según se trate de un recorrido a lo largo del Manso inferior o del Manso hasta el límite de la frontera con Chile. La primera alternativa incluye un almuerzo frío a orillas del río y té con distintas clases de budines, tortas fritas y dulces caseros, que podrá disfrutar el tripulante tras la expedición. La segunda opción incluye desayuno y un imperdible asado patagónico regado con vino, y luego, el postre. En todos los casos están incluidos los traslados hasta el punto de partida de la expedición.

Documentos Finales del Proyecto
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Información Institucional
Proyecto para la Protección Ambiental y Desarrollo Sostenible del Sistema Acuífero Guaraní
Programa Estratégico de Acción para la cuenca Binacional del Río Bermejo
Proyecto Implementación de GIRH para el Pantanal y Rio Paraguay
Programa Marco para la Gestión Sostenible de los Recusos Hídricos de la Cuenca del Plata
Proyecto de Gestión Integrada y Plan Maestro Cuenca del Pilcomayo
Manejo y Conservación de la biodiversidad de los Esteros del Iberá
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