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Título: BOLIVIA: Humedal, sinónimo de vida ...
Bolivia - 12/02/2005

Antiguamente, los pobladores se asentaban a las orillas de los humedales para aprovechar la regulación climática que éstos ejercen, estableciendo un equilibrio en el medio y la conservación de recursos.


Aunque la etnia uru murato ya había descubierto las propiedades de los lagos Uru Uru y Poopó 2.000 años antes de Cristo, recién el 2002 fueron declarados como humedales de importancia internacional por el mundo de la ciencia y de la conservación.

Antiguamente, los pobladores se asentaban a las orillas de los humedales para aprovechar la regulación climática que éstos ejercen, estableciendo un equilibrio en el medio y la conservación de recursos.

Un humedal, según el biólogo Omar Rocha, es un ambiente intermedio entre lugares permanentemente inundados y secos, y pueden ser naturales o artificiales. “Estos espacios son verdaderos oasis en lugares inhóspitos para la vida. Hay muchos animales endémicos que se desarrollan mientras que aves migratorias encuentran un albergue natural. Por ejemplo, en el lago Uru Uru hay miles de flamencos que vuelan a Chile y Perú”, dice Rocha, director de la ONG Centro de Estudios en Biología Teórica y Aplicada Biota.

Ocho humedales bolivianos están incluidos en la lista Ramsar, que es el convenio internacional mediante el cual se protege a estos sitios. Entre ellos destacan el Pantanal de Santa Cruz, con 3,1 millones de hectáreas, que es el cuarto humedal más grande del mundo y el más extenso en Sudamérica; en Santa Cruz también se encuentran la laguna Concepción (31.124 hectáreas), Palmar de las Islas (856 mil hectáreas), los bañados del Izozog y el río Parapetí (615 mil hectáreas).

Los flamencos del Uru Uru
A tan sólo diez minutos de la ciudad de Oruro, rumbo al sur por una ruta abandonada hacia la localidad de Machacamarca, se ingresa al lago Uru Uru que tiene 260 kilómetros cuadrados de forma alargada y con una vida de 50 años. “Se formó en 1955 luego de un desplazamiento del cauce que sufrió el río Desaguadero y cuya supervivencia está ligada a la dinámica de este río”, explica Rocha mientras se dirige en un vehículo de la ONG Biota por el camino de tierra a 3.500 metros sobre el nivel del mar.
Dentro del complejo de humedales altoandinos, el sistema endorreico (cuyas aguas fluyen dentro del mismo territorio sin desembocar al mar) de los lagos Uru Uru y Poopó es uno de los más importantes del altiplano boliviano, pues poseen 3.084 kilómetros cuadrados que sirven para la conservación de varias especias de aves acuáticas que se presentan en enormes bandadas durante todo el año.
“Hoy no hay mucha suerte, calculo que al menos habrá unos 500 flamencos en esta parte del lago”, manifiesta Rocha, al momento de avistar esas aves de pico, patas y cuello largos, con plumaje blanco alrededor del pecho y abdomen y un rojo intenso en la cabeza, cola, dorso de las alas, pies y parte superior del pico. No miden más de 90 centímetros pero su belleza se duplica cuando su imagen se refleja en las aguas celestes del lago. La recompensa para los aventurados que incursionan por estos lares es una de las vistas más hermosas que la naturaleza haya plasmado en una región altiplánica.
Aunque a simple vista todas parecen iguales, mediante los telescopios de la fundación Biota se pueden distinguir varios tipos de flamencos como uno de menor tamaño llamado ititi o parina chica; también está el churo o flamenco andino con plumas negras en la cola y el tokoko, el más abundante en la región.

Los visitantes del Poopó
Pero no sólo se encuentran especies andinas, sino migratorias que llegan desde México y Estados Unidos, como el phalaropus tricolor, el calidris bairdii, la tringa melanoleuca y tringa flavipes, aves vistosas por sus plumajes oscuros que buscan su alimento: el plancton –diminutos organismos animales y vegetales– en la orilla de lago.
“Estos humedales sirven como paradas y refugios naturales para estas aves migratorias que vuelan miles y miles de kilómetros cumpliendo su ciclo natural de vida”, comenta Rocha a tiempo de divisar un chorlito mexicano.
Entre las aves amenazadas están los flamencos andinos, el zambullidor y el suri, este último muy buscado por sus vistosas plumas cafés plomizas para adornar las cabezas de los bailarines de la danza Suri Sicuri, como se pudo apreciar en la pasada entrada del Carnaval de Oruro.
En los alrededores de estos humedales habitan otros vertebrados como la vicuña y el quirquincho, ambas especies amenazadas por el comercio ilícito, la primera cazada para la extracción de su piel y la segunda para la fabricación de instrumentos musicales.

La flora del humedal
Según los censos realizados por Biota, en los lagos Poopó y Uru Uru hay un total de 78 especies de aves, de las cuales 34 son acuáticas y 44 terrestres. “Hemos realizado ocho censos donde se pudo contabilizar 134.627 flamencos adultos de tres especies: la andinus, la chilensis y de James”, explica Rocha.
Además en esta zona existe el ganso andino, la gaviota andina y varias especies de patos, como el real o de puna, la choka o el zambullidor.
Sin embargo, los humedales de los lagos Uru Uru y Poopó no sólo albergan a una rica flora. Existen abundantes tholares que generalmente son usados como combustible por los pobladores de la región. También se destacan las grandes extensiones de pajonales que luego dan paso a las varias familias de las cactáceas como la flor de itapallo.
La totora y la vegetación flotante están siempre presentes en varios puntos de los lagos Uru Uru y Poopó y es común divisar extensas playas de costra salina en alrededores que sólo permiten el crecimiento de ciertas especies de plantas como la suaeda foliosa, una planta de forrajera.
No hay duda que este tipo de humedales encierran toda una biodiversidad que, según los expertos, deben ser protegidos con políticas nacionales para preservarlas de la contaminación de sus aguas como de la erosión de sus tierras por la actividad industrial y la actividad agrícola.(RS)

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Programa Marco para la Gestión Sostenible de los Recusos Hídricos de la Cuenca del Plata
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