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Título: ARGENTINA: CONTAMINACION, LA PAJA EN EL OJO AJENO (24/04)(La Nacion)
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Argentina - 24/04/2006
Esa ardorosa pugna se contradice, por cierto, con la indiferente actitud de nuestras autoridades y de gran parte de la población del país respecto de fuentes de alta contaminación existentes a la vera de la propia ciudad de Buenos Aires
En los últimos meses, la mayor parte de la sociedad argentina ha sido y es testigo de la controversia generada por la construcción de dos plantas de pasta celulósica en la localidad uruguaya de Fray Bentos, con la férrea oposición de gran parte de la población entrerriana, que las considera ostensiblemente peligrosas para la integridad del medio ambiente. Las empresas propietarias de las plantas replican que respetarán las rigurosas normas de protección ambiental exigidas por la Unión Europea.
Esa ardorosa pugna se contradice, por cierto, con la indiferente actitud de nuestras autoridades y de gran parte de la población del país respecto de fuentes de alta contaminación existentes a la vera de la propia ciudad de Buenos Aires. Un impactante informe, difundido en fecha reciente, ha establecido -como si no se tratase de una endemia altamente conocida- que la cuenca del río Matanza-Riachuelo está contaminada con 12 sustancias cancerígenas. Advirtió, asimismo, sobre una probable catástrofe sanitaria que podría afectar a un tercio de los habitantes de nuestro país.
De acuerdo con la investigación realizada por la Auditoría General de la Nación (AGN), que analizó los problemas ambientales generados en esa cuenca entre 1995 y 2005, esa zona está contaminada con PBC y plaguicidas, entre otras sustancias. El informe subraya que las dos principales causas de esa contaminación son los vertidos cloacales e industriales -provenientes, principalmente, de las industrias de la alimentación-, altamente tóxicos, porque contienen metales pesados como plomo, mercurio, zinc, magnesio, cadmio, cobre o níquel, e hidrocarburos y sus derivados.
Esa situación negativa, de suyo muy preocupante, se ve agravada por la ubicación casi sobre la desembocadura del Riachuelo del polo petroquímico del Dock Sur, donde se localizan más de 50 industrias de alto riesgo ambiental, y por la existencia no mucho más lejos del relleno sanitario de la Coordinación Ecológica Area Metropolitana Sociedad del Estado (Ceamse) en Villa Dominico, en el partido de Avellaneda. La cuestión radica en que la toma de agua cruda de la planta General Belgrano, abastecedora del servicio de agua potable, se encuentra entre Berazategui, que vierte líquidos cloacales sin tratamiento, y la boca del Riachuelo. Cualquier fenómeno meteorológico que mezclara esas aguas podría producir contaminación en grado tal que agravaría la emergencia sanitaria y haría impacto sobre el área habitada por un tercio de nuestra población.
Otros estudios, como el realizado por la Secretaría de Ambiente y Recursos Naturales sobre la población infantil de la denominada Villa Inflamable, determinó la presencia de altas concentraciones de plomo en la sangre de más del 50 por ciento de los chicos de ese barrio. Además, un informe de la Defensoría del Pueblo destacó que la contaminación microbiológica encontrada incluye bacterias patógenas de riesgo para la salud humana como la Escherichia coli, que puede causar el síndrome urémico hemolítico y, si no es tratada adecuadamente, hasta la muerte.
La extensión de la cuenca es de 2240 kilómetros cuadrados aproximadamente y su población se acerca a los cinco millones de personas -13,5 por ciento del total de la Argentina-, de las cuales medio millón vive en villas de emergencia ubicadas en el curso inferior del Riachuelo, el más contaminado.
Parecería ignorarse ex profeso que en nuestro país hay focos de contaminación ambiental tanto o más peligrosos que los que generarían las plantas de Fray Bentos, ya que en el caso del Riachuelo -el río de las mil promesas y otros tantos incumplimientos- las dificultades antes descriptas podrían ser resueltas con mayor facilidad. En efecto, los contaminadores probables son entes o empresas que exclusivamente deben sujetarse a la legislación argentina vigente.
Sería hora, entonces, de que a la brevedad y de una vez por todas se concretase la acción purificadora integral que desde hace muchísimo tiempo demanda la gravísima situación de la cuenca Matanza-Riachuelo.
Se trata de una oportunidad más que propicia para demostrar que en materia de defensa y preservación del medio ambiente, los argentinos -todos, sin excepción alguna- no sólo vemos la paja en el ojo ajeno, sino también la viga incrustada en el propio.
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