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Título: Magníficos humedales y ningún balneario..
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Argentina - 04/01/2005
La excepción es El Paranacito, claro, pero muy distante para muchos, especialmente para quienes dependen del transporte público de pasajeros
Mucho menos, para darse un chapuzón refrescante en los tórridos días de verano. La excepción es El Paranacito, claro, pero muy distante para muchos, especialmente para quienes dependen del transporte público de pasajeros. Las piletas de natación representan una salida, pero muy limitada por la capacidad que brindan, y básicamente porque son la negación de los paisajes naturales, en donde el ser humano se reencuentra con su propia naturaleza y se desintoxica de tanta publicidad y sociedad de consumo.
La disociación de la que siempre hablamos, se pone en evidencia ante estos hechos y ante la indiferencia de la población, que parece haberse hecho a la idea de que ya no hay posibilidad de lograr al menos un balneario en Resistencia y otro en Barranqueras. En Puerto Tirol, ante un río Negro definitivamente muerto por el arrojo de residuos industriales, la laguna del pueblo podría volver a ser una buena opción.
El balneario en 1940
Un balneario significa un mínimo de organización, con bañeros encargados de cuidar la vida de los usuarios y con una infraestructura mínima que asegure servicios elementales como los de higiene, alimentación y –repetimos– seguridad. Para esto último, debería haber bañeros entrenados que no solamente sepan nadar muy bien, sino que puedan hacerlo ante situaciones de riesgo para otros, en el caso de la necesidad de un rescate. También debe haber embarcaciones sólidas y al mismo tiempo livianas, con remos que ante una situación de peligro puedan ser accionados hasta por niños, con el objeto de salvar vidas. Las llamadas canoas isleñas siguen siendo las ideales, por su robustez y eficacia. Las hay ahora de plástico reforzado que brindan excelente servicio y que pueden repararse fácilmente en caso de deterioro.
Balneario en 1976
En un balneario, además, debe haber una playa limpia, por lo que su emplazamiento debería estar en las rectas de los ríos, para asegurar su autolimpieza cuando se produce movimiento de las aguas. Esta última es la característica principal que distingue la zona del actual Paseo de los Inmigrantes, entre los dos puentes, en donde la Municipalidad anunció que realizará una serie de obras de infraestructura. No están mal los anuncios hechos, pero serán insuficientes si solo se hermosea el lugar y se construyen edificios para negocios expendedores de comida. Esta situación promoverá la afluencia de mucha cantidad de personas, durante todo el año –lo que es buscado por las autoridades y bien visto por todos– pero pondrá en evidencia carencias de los servicios elementales para dar seguridad al lugar. Se dirá que no se habilitará un "balneario", pero la verdad es que ahora sigue siendo balneario, como lo fue antes, durante años. Una cosa que nadie puede olvidar es que la Cultura brinda reglamentos de convivencia, pero que los mismos son superados por las costumbres y por las necesidades. Por eso no puede decretarse ahora que será un "paseo" solamente, porque la gente no aguantará la tentación de zambullirse en sus aguas oscuras, como lo hacen desde hace lustros. El mismo planteo se hizo en otras épocas, cuando se reacondicionó el lugar. Durante el proceso militar, se agregaron carteles que alertaban acerca de la contaminación de las aguas. Algo así como "mira qué te regalo, pero no lo toques". Cuando se inauguró como "paseo de los inmigrantes", algunos carteles colocados, afortunadamente, desaparecieron en seguida y la gente siguió bañándose en el río Negro sin la preocupación de quedar contaminados. Lamentablemente el río siguió contaminado antes y después, y todo lo hecho fue más de lo mismo: pura cosmética. Para que los arreglos que se hagan ahora no sean una clonación de los fracasos anteriores, deberá trabajarse seriamente para controlar los focos de contaminación del río, que son varios. La APA los conoce pero hasta ahora es poco lo que ha hecho concretamente para terminar con los mismos, a pesar de contar con un laboratorio de aguas que es orgullo de la región, y en donde trabajan profesionales de aquilatados méritos.
Lo mismo podría decirse del balneario de Barranqueras, ubicado en un lugar en donde la corriente es fuerte y erosiona permanentemente las barrancas, constituyéndose en un riesgo muy grande para los bañistas, tanto por la posibilidad de ser arrastrados o de sufrir serios problemas por el desbarrancamiento. En Corrientes, sin embargo, el Club de Regatas de esa ciudad lo tiene resuelto desde hace más de cincuenta años. Allí se construyó una estructura flotante, fuertemente anclada a la ribera, con lo que desde entonces los bañistas gozan de seguridad y buenos límites a su actividad, que es complementada con el control de los bañeros. Entre estas zonas acotadas y las piletas de natación, de lejos, son preferibles las primeras, porque se garantiza la limpieza del agua y la seguridad y porque incluso el costo de construcción y luego de mantenimiento es ínfimo.
No obstante lo comentado, el Gran Resistencia sigue sin lugares aptos para la zambullida reparadora, e incluso se hace difícil el uso recreativo de ríos y lagunas porque periódicamente se taponan con camalotes que no permiten el paso, y que se constituyen en otro factor de contaminación .
Chicos de Villa Los Lirios haciendo canotaje en la laguna
En Villa Los Lirios, por ejemplo, hace tres años se inició una experiencia única en la región, a través de la cual se pretendió hacer promoción comunitaria a partir de una gestión ambiental centrada en la recuperación de ese espejo de agua como pretexto válido para interesar a la comunidad en el patrimonio natural y cultural local y fomentar la democracia participativa. Los primeros pasos dados fueron auspiciosos, pero distintos factores sabotearon la experiencia, a pesar de que se había logrado cierto apoyo por parte de la Municipalidad y de la Provincia a través de la Supce. Hubiese sido una buena oportunidad de devolver a esas populosas barriadas las legendarias lagunas de Villa Prosperidad- Villa Los Lirios, y parte del esplendor que tuvieron antes, cuando los vecinos de la zona la usaban como balneario.
El Paranacito, de acuerdo a información recibida, estaría recibiendo aportes de una arrocera instalada en la zona, que pondría en riesgo la pureza del agua y por ende la salud de quienes se bañen en sus aguas, pues es bien sabido lo altamente contaminante que es esa actividad. Siendo que es responsabilidad de la APA este tema, se descarta que hayan hecho los estudios necesarios e impartido las directivas correspondientes, y no mirado para otro lado.
A todo lo dicho, es menester agregar que es fundamental brindar una sombra reparadora, para lo que deberán plantarse anualmente tantos árboles como sean posibles, bien distribuidos, para asegurar a quienes concurran la amortiguación de los rayos solares. Obviamente, aparte de los sanitarios, debería contemplarse la posibilidad de instalar algunos vestuarios. El viejo balneario municipal los tenía; eran casillas de madera sobreelevadas, pintadas de blanco, como pueden verse en algunas películas europeas de época. Pero fue en momentos en que los resistencianos aceptaban lo que tenían y trataban de mejorarlo. Después vendría el berretín por Paso de la Patria, y para los más pudientes, por Mar del Plata o Punta del Este. Aquello, más Miami y playas del Brasil, obligaron a clausurar los balnearios, pero sin reconocer que en verdad lo que buscaban los gobernantes de turno era no tener problemas con las fábricas y mataderos que arrojaban sus residuos al río Negro o con los pobladores que arrojaban sus excretas a las lagunas. De esta manera, se acallaron los probables pedidos de construcción de cloacas, y los fondos pudieron distraerse en otros menesteres políticamente más redituables.
La disociación y la anomia siguen influyendo negativamente en la calidad de vida de los chaqueños. A nuestros humedales los van secando o transformando en pueblos o barrios que con las lluvias quedan anegados; a nuestros bosques, los van descuajando sistemáticamente, transformando los pueblos en desiertos. Entre tanto atropello y despropósito, la población debe optar por seguir bañándose y navegando su río y sus lagunas (aunque no estén todo lo limpios que debieran, pero por lo menos como un acto de reafirmación del derecho de gozar del lugar en que viven), o quedarse en alpargatas, tomando mate y soñando con viajar alguna vez a las playas que le muestra la televisión.
Fuente: Diario Norte.com
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