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Título: BUENOS AIRES: ESCASEZ DE AGUA OCASIONA PERDIDAS ECONOMICAS EN EL CAMPO (08/07)(La Nacion)
Argentina - 08/07/2005

La sequía castiga el sur bonaerenses. Desde hace cuatro meses casi no llueve y están afectados el trigo y la cría de ganado; también se extiende a La Pampa


* En Tornquist sólo se sembró el 10% de lo previsto
* En los comercios del pueblo hay menos ventas
* El gobierno provincial declaró el estado de emergencia y desastre agropecuario

TORNQUIST.- En un episodio bíblico, tras largos años de abundancia, al pueblo egipcio se lo castigó con siete años de vacas flacas y hambruna. Dos milenios después, en el partido bonaerense de Tornquist, la gente dice que siente el peso de una maldición peor, tras casi una década de padecimientos por falta de agua y, los últimos cuatro meses, sin lluvias.

La sequía afecta a unos 30 partidos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires y de La Pampa y está provocando graves pérdidas económicas en la agricultura y la ganadería.

"A partir de 1994, no hubo un año en que no se declarara estado de emergencia o desastre por la sequía", explicó Horacio Buitrago, presidente de la Asociación Rural de Tornquist. No es que la escasez de lluvias sea una novedad, en este distrito semiárido del sudoeste de la provincia. "Lo que pasa es que la presión tributaria que soportamos desde 2002 no nos ayuda a contar con recursos para recuperarnos de las pérdidas", agregó.

La sequía es un fenómeno que, al castigar el crecimiento de las pasturas (base de la alimentación del ganado), produce un cuadro de desnutrición en las vacas; que afecta los últimos meses de la preñez y la lactancia, pone en riesgo la vida de la vaca en el período posparto y anula el servicio de primavera (por lo que no nacerían terneros el año próximo), explicó el veterinario Leandro Mazzarini.

De las localidades declaradas en emergencia por el Ministerio de Asuntos Agrarios de Buenos Aires, Tornquist parece ser la más afectada. Según cálculos de la Rural, las pérdidas en agricultura serían de un 90% (sólo se sembraron 10.000 hectáreas de trigo de las 110.000 habituales) y en ganadería podrían ser de un 80 por ciento.

La imagen de la ciudad es más elocuente que las estadísticas. Las calles están vacías y los comerciantes, desalentados. "Comparado con 2004, no se está vendiendo nada de maquinaria. A lo sumo, se compran insumos relacionados con la alimentación, porque la gente está tratando de mantener el ganado en pie como puede", contó Adolfo Kloster, que atiende el local Servicios Rurales. "Cuando el productor tiene plata, enseguida reinvierte. Y cuando no, se paraliza la actividad comercial del pueblo", explicó. Leo Dorée es un buen ejemplo de lo que graficó Kloster. Este productor de 800 hectáreas arrendadas y 900 propias ni sueña en invertir en maquinaria, porque gasta todo en alimentar a los 50 vientres que dejó en su chacra con rastrojo de avena y algo de suplementación.

A las otras vacas las envió a Tres Picos, para salvarlas de la seca. Aunque Dorée había previsto la alternativa de la sequía, nunca se imaginó que fuera tan grave y ya consumió su reserva de fardos y grano, por lo que ahora "gasta fortunas" para mantener a las vacas. "Con lo que se gastará en alimentar al ganado hasta fin del invierno, se puede comprar una vaca nueva", dijo Dorée.

Estado de emergencia

El estado de emergencia y desastre agropecuario, declarado el martes último por el gobierno bonaerense, da un poco de oxígeno a los productores, ya que implica la condonación del impuesto rural inmobiliario en un 80 por ciento. Pero no es una solución, afirmaron varios productores, para luego agregar que hay dos salidas hacia un escenario menos perjudicial. "Una es vender el ganado ya, a un precio mucho menor, y no arriesgarse a perderlo del todo. La otra es que el Estado apoye económicamente al productor para sobrevivir al mal momento", explicó Buitrago.

Teresa Dichiara tiene 400 hectáreas, y junto a su marido, profesor, desde hace veinte años pelea "sin descanso". Su chacra había sido adquirida por su abuelo a Ernesto Tornquist (pionero del lugar), por lo que está hace 100 años en la familia. "A pesar de que me trajo una deuda, no quiero venderla", dijo. La deuda de Dichiara es con el Banco Nación, y no puede refinanciarla porque las contingencias climáticas le impiden comprometerse en un plan de pagos.

"Ojalá me hubiera cortado las manos antes de firmar ese préstamo", se lamenta. Y aunque juró que no se rendirá, convenció a sus hijos de que se fueran a Buenos Aires, "porque sabía cómo venía la mano y no quería condenarlos". Al despedirse, la productora fue tajante. "Con esta política van a matar al pequeño productor y la tierra va a quedar en manos de unas pocas empresas, a las que no les interesa el progreso del interior", vaticinó, aferrada fuertemente a una silla, como si con ese gesto pudiera también retener su tierra y su pasado lleno de recuerdos ligados al campo.

Según Adrián Hein, que atiende el corralón de la Cooperativa Rural de Tornquist, la predicción de la productora, en parte, ya se cumple. "Los que vienen a comprar no son chacareros, sino empresarios chicos que viven de otra cosa y tienen el campo como inversión."

Los productores, ya resignados a las pérdidas, creen que el Estado puede aportar salidas más allá de lo inmediato. "La sequía ya está. Lo peor viene después, el año que viene, cuando el productor no tenga grano que vender ni vientres propios. El Gobierno tiene que saber esto y prevenir mayores pérdidas", dijo Gustavo Cruciani, presidente de la Cooperativa.

"Soluciones hay muchas: que saquen las retenciones, porque los únicos que tienen margen para afrontarlas son los sojeros; que hagan una política tributaria acorde con una zona de baja rentabilidad y que instauren políticas de promoción a otras zonas productivas", concluyeron Cruciani y Buitrago.

Por Mercedes Colombres
Enviada especial

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