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Título: COMO EL MUNDO BUSCA HACER FRENTE A LAS INUNDACIONES (12/09)(La Nacion)
Argentina - 12/09/2005

El paso devastador de Katrina: las ciudades y las amenazas de la naturaleza. Con obras, tecnología y sumas millonarias

Podría haber sido Sumatra, Haití o cualquier isla del Caribe. Calles convertidas en mares; un hombre que se aferra a la copa de un árbol; una puerta que flota a la deriva; un chico con el agua espesa hasta el cuello y una mujer que grita de dolor y espanto.

Que esta vez el drama haya tenido cita en Nueva Orleáns, en pleno territorio estadounidense, hace preguntarse hasta dónde puede una ciudad, sea del Primer Mundo o del Tercero, estar preparada para resistir el embate de un desastre natural.

\"Sí, se puede estar preparado\", aseguró a LA NACION el ingeniero Juan Carlos Giménez, profesor de Planificación de Recursos Hidráulicos de la UBA y consultor de programas de manejo de inundaciones del Banco Mundial.

Según explicó, la mejor manera de enfrentar la furia de la naturaleza es mediante la adopción de medidas estructurales -obras tales como diques, dársenas y otras defensas son el mejor ejemplo- y no estructurales, es decir, contar con planes de contingencia que establezcan a quién evacuar primero, por dónde hacerlo y adónde llevar a esa gente. \"La única ciudad de nuestro país que tiene un verdadero plan de contingencia es Resistencia\", ilustró Giménez, quien consideró que \"Santa Fe no lo tiene, y lo sufrió con las inundaciones de 2003\".

Guillermo Berri, profesor de meteorología de la UBA e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), añadió que, si bien no se puede modificar el comportamiento de la naturaleza (\"los huracanes existen desde que existe la atmósfera\"), \"sí se puede atenuar el impacto del fenómeno al reducir la vulnerabilidad de una ciudad\".

¿Cómo se preparan, entonces, algunas regiones en el mundo para ser menos vulnerables?

Holanda es seguramente uno de los pioneros en el tema. El país de los pólderes (tierras ganadas al mar) ya tuvo su Katrina en 1953, cuando un feroz temporal mató a más de 1800 personas y sepultó 150.000 hectáreas de tierra bajo el agua. Desde entonces, y con más de la mitad de sus 16 millones de habitantes asentados bajo el nivel del mar, el gobierno se embarcó en un gigantesco proyecto para remodelar sus antiguas defensas: se fortalecieron los diques, se aumentó su altura y se construyeron ingeniosos sistemas de represas. Además de los ocho mil millones de dólares que demandó la obra, Amsterdam gastará otros 3700 millones de dólares en los próximos 10 años en nuevos sistemas para combatir las crecidas de agua.

El plan holandés más reciente se bautizó \"Viviendo con el agua\" y fue diseñado en estrecha cooperación con Alemania, que estrenó su propio programa de control de inundaciones en mayo de este año, casi tres años después de los temibles desbordes de los ríos Rin y Maas.

Japón también es una de las naciones que va a la vanguardia en materia de hacer frente a desastres naturales (los ha tenido todos, desde terremotos hasta tifones descomunales). Desde la década del 50, el gobierno de Tokio ha gastado cerca del 1% de su presupuesto anual en medidas contra amenazas naturales, tales como el mejoramiento de las tecnologías para pronosticar el tiempo o el desarrollo de sistemas de manejo de desastres.

Pero ¿cómo se arreglan aquellos países que disponen de fondos infinitamente menores para semejantes inversiones? Un buen ejemplo de ingenio es Bangladesh, donde con la ayuda de organizaciones humanitarias de todo el mundo se han construido sobre postes miles de casitas de hormigón para protegerlas de las inundaciones y lluvias monzónicas.

Proyecto Moisés

Italia, por otro lado, acaba de dar luz verde al ambicioso Proyecto Moisés -por quien dividió el Mar Rojo en tiempos bíblicos-, que cuenta con un presupuesto de 4000 millones de dólares, para salvar a Venecia de las periódicas inundaciones que obligan a los turistas a calzarse botas de goma y a transitar sobre estrechas pasarelas de madera.

Además de su progresivo hundimiento, lo que podría borrar a la histórica ciudad del mapa, según las proyecciones más apocalípticas, es el sostenido aumento de la temperatura terrestre lo que altera los patrones de lluvia y acelera el derretimiento de glaciares y capas de hielo. Claro que Italia, donde en este sofocante verano (boreal) no fue inusual ver a los turistas bañándose en las fuentes de Roma, no es el único país que vio cómo subía el mercurio en el termómetro. Nadie mejor para confirmarlo que Gran Bretaña, donde la temperatura promedio está aumentando tan rápido, que dentro de pocos años los tradicionales jardines ingleses rebosarán de higos, naranjas, damascos y otras frutas propias del clima mediterráneo (en términos climáticos, es como si los jardines se corrieran hacia el sur al ritmo de 12 metros por día).

Pero lo que podría ser una buena noticia para algunos -sobre todo los más friolentos-, es una angustiosa carrera contra el tiempo para otros.

\"Si no adoptamos medidas urgentes, Londres podría quedar bajo las aguas como consecuencia del calentamiento global\", advirtió en marzo de este año sir David King, líder del cuerpo de científicos que asesora al gobierno de Tony Blair, al tiempo que subrayó: \"El cambio climático es una amenaza aún más grave que el terrorismo\".

La barrera de contención del Támesis, que era utilizada una vez cada cinco años en la década del 80 para frenar el crecimiento del nivel del río, debe ponerse ahora en funcionamiento hasta seis veces al año, y los expertos estiman que hacia 2030 habrá que cerrarla unas 30 veces al año.

Las luces de alerta también se han encendido en varias regiones de Estados Unidos, y no necesariamente a raíz de la tragedia en Nueva Orleáns. California, por ejemplo, está experimentado con los llamados \"diques inteligentes\", que hacen sonar una alarma ante la menor grieta en las paredes de defensa. Y en Nueva York, donde ya pasaron dos décadas desde que el último huracán significativo embistió la ciudad -Gloria, en septiembre de 1985-, las autoridades locales se han estado preparando durante años para hacer frente a una nueva adversidad.

\"La gente piensa: «Algo así no va a pasar acá»\", señaló Joseph Bruno, coordinador del servicio de emergencias de la Gran Manzana. \"Nosotros les decimos: «Algo así ya ha pasado y puede volver a pasar».\"

Por Teresa Bausili
De la Redacción de LA NACION




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