LA AMÉRICA DE LA LIBERTAD
Su Excelencia Abel Pacheco de la Espriella, Presidente de la República de Costa Rica,
Su Excelencia Runaldo Ronald Venetiaan, Presidente de la República de Suriname,
Su Excelencia Dr. Oscar Berger, Presidente de la República de Guatemala,
Su Excelencia Dr. Ricardo Maduro, Presidente de la República de Honduras,
Su Excelencia Jorge Batlle Ibáñez, Presidente de la República Oriental del Uruguay,
Su Excelencia Elías Antonio Saca, Presidente de la República de El Salvador,
Su Excelencia Boniface Alexandre, Presidente interino de la República de Haití,
El Honorable Baldwin Spencer, Primer Ministro de Antigua y Barbuda,
Su Excelencia Enrique Bolaños, Presidente de la República de Nicaragua,
El Honorable Ralph E. Gonsalves, Primer Ministro de San Vicente y las Granadinas,
Su Excelencia Alejandro Toledo, Presidente de la República del Perú,
El Honorable Roosevelt Skerrit, Primer Ministro de Dominica,
Su Excelencia Francisco Santos, Vicepresidente de Colombia,
Su Excelencia Samuel Lewis Navarro, Vicepresidente de Panamá,
Señora y señores Cancilleres y Miembros de las Delegaciones Oficiales,
Embajadora Carmen Marina Gutiérrez, Presidenta del Consejo Permanente
Señor Secretario General Adjunto,
Embajadoras y Embajadores Representantes Permanentes,
Señoras y señores Embajadores,
Altos dignatarios que nos honran con su presencia,
Distinguidas Primeras Damas,
Distinguidos invitados,
Señoras y señores:
El largo recorrido de hombres y mujeres en pos de la libertad encontró en las Américas su tierra de promisión. Acá los ideales de pensadores y poetas, las angustias de agricultoras y artesanos, las ilusiones de jóvenes y ancianas, hicieron florecer naciones, nacer constituciones, proclamar derechos y construyeron progreso. La independencia llegó con olor, color y forma de libertad. Se luchó contra la encomienda y la esclavitud, la segregación y el machismo, la exclusión y el privilegio. Y se esparcieron semillas de libertad, justicia y solidaridad, regadas con la sangre y abonadas con la inteligencia y el trabajo tesonero de mujeres y hombres, de campesinos y profesionales, de jóvenes y adultos de todas las razas y orígenes.
En nuestro andar hemos aprendido que la libertad se construye y la dignidad se ejerce con obras concretas. Y paso a paso, tratando, errando y retomando el sendero, hemos ido forjando nuestras democracias.
Lo mucho que hemos avanzado nos estimula a seguirlo haciendo. Lo mucho que nos falta por recorrer nos obliga moralmente a redoblar los esfuerzos.
En este siglo XXI, convocados por los valores que compartimos, embebidos de los ideales de nuestros patricios y apasionados contra el dolor de la pobreza, la inequidad y la exclusión, las americanas y americanos debemos redoblar el paso para acelerar la conquista y vigencia plena de la libertad y la dignidad humanas.
Señoras y señores:
Vemos día a día la celeridad abismal con que cambia el mundo. Nuestro continente es parte, como nunca antes, de los vertiginosos e inesperados desafíos que emergen de esa globalidad que ha llegado para quedarse, con todas las esperanzas que alienta en favor de la libertad y las oportunidades de desarrollo que no se tendrían en aislamiento, y también con sus enormes retos y dificultades.
Porque la inercia no es respuesta adecuada, debemos tener el coraje de asumir con creatividad y responsabilidad, a partir de nuestros valores comunes y la riqueza de la diversidad cultural que distingue a las Américas, la tarea de transformar el fenómeno de la globalidad en un gran igualador entre los pueblos.
Ha de ser un igualador económico y social para compartir mejor entre los países y en cada país los beneficios del desarrollo. Y ha de ser un igualador político para profundizar la democracia. Para tener gobiernos y empresas transparentes. Para castigar al corrupto. Para respetar las culturas indígenas. Para asegurar la igualdad de género. Para garantizar el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Siendo la expresión última de nuestra libertad y dignidad, los derechos humanos, además de ser reconocidos y declarados, deben ser protegidos con efectividad. Para ello es indispensable el respeto al estado de derecho en el nivel nacional y el fortalecimiento de esa garantía trascendente que es el sistema interamericano de derechos humanos. Su éxito e impacto favorable en beneficio de la ciudadanía se refleja, con toda elocuencia, en los altos niveles de demanda que ha generado entre las americanas y americanos. Es imperativo ampliar su capacidad de respuesta y promover su autonomía, propiciar su financiamiento como instrumento de tiempo completo, su universalidad, una mejor coordinación entre sus órganos y pleno apoyo político para el acatamiento de las decisiones que adoptan en su ámbito de competencias.
La forma de organización política de la libertad es la democracia. Mediante la discusión inteligente y la participación libre y tolerante, nos permite la democracia tomar las decisiones públicas por la regla de la mayoría, elegir libremente a los gobernantes y fijarles límites en el ejercicio del poder para proteger los derechos de todos. Así, en paz y con la humildad propia de reconocer nuestra ignorancia, la democracia nos permite tantear, rectificar y continuar avanzando, sumando esfuerzos de todos para encontrar los compromisos que nos acerquen a realidades más justas.
La democracia es siempre frágil, pues no se basa en la fuerza de los poderosos. Se basa en la legitimidad, que es fruto del respeto a las reglas del juego, y en la oportunidad del cambio pacífico, pues permite a las minorías del proceso político de hoy llegar un día a ser mayorías. Porque queremos vivir en libertad, con la Carta Democrática Interamericana hemos convertido el vivir en democracia en un derecho humano de las y los americanos. Nuestro reto es lograr el equilibrio necesario para que la OEA garantice este derecho sin menoscabo a la libre determinación de los pueblos y a la no intervención. La soberanía nacional que compartimos con orgullo tiene estos pilares que exigen la existencia de democracias plenas en el mundo de hoy.
Nutrir, estimular y proteger la democracia plantea múltiples requerimientos. Partidos políticos fuertes y trasparentes, que permitan a los diversos grupos de interés fundirse en posiciones nacionales, y que actúen en diálogo abierto con las personas, otros partidos y las expresiones de la sociedad civil. Medios de comunicación que en libertad indaguen, informen y debatan. Gobiernos honestos que rindan cuentas, con la menor discrecionalidad posible, sometidos a la Constitución, a la ley y a la revisión judicial. Gobiernos que respeten la división de poderes, la asignación de competencias y las esferas locales de poder político y organización social. Ciudadanías que participen activamente. Políticos que vean la función pública como vocación de servicio y no como excusa para su privilegio.
Con mucho éxito han trabajado los Estados Miembros y la Organización en pro de los valores democráticos fundamentales, como se ha visto en los últimos meses. Respetuosos de la autodeterminación y la soberanía, y a través del constructivo diálogo multilateral, seguiremos actuando para que las luces de la libertad y la democracia alumbren en todo el Continente. Es necesario institucionalizar la acción de la Organización en esta área fundamental, a fin de coordinar, preservar y ampliar su rica experiencia, y así hemos procedido ya creando el Departamento de Asuntos Democráticos y Políticos y la Oficina de Asuntos Políticos, Ética y Transparencia.
Nos alienta el consenso que hoy día emerge sobre la democracia. El enfrentamiento partidista ya no es sobre democracia o autocracia, sobre libertad o comunismo. Eso en casi toda América está superado. Hoy el debate político tiene otros ejes. Cómo prestar mejores servicios públicos. Cuáles son las políticas económicas y sociales más adecuadas. Determinar el mejor origen y destino de los recursos públicos. Este nuevo énfasis de la discusión política, centrada en la calidad de la cena familiar, la educación y la salud, la tranquilidad en las comunidades, la calidad y el salario de los trabajos y las oportunidades para ahorrar, invertir y emprender –en suma, los elementos de la cotidianeidad ciudadana– marca un cambio trascendente, el cual ha de reflejarse en fortalecimiento del sistema democrático.
Señoras y señores:
Con el acento puesto en el bienestar ciudadano, con libertad democrática y con acción responsable y continuada, hoy el desafío primordial de los pueblos de las Américas es liberarnos de los grilletes de la pobreza, la inequidad y la exclusión. Em cada nação estamos chamados à criação de riqueza e bem-estar. A Organização interamericana não pode ser indiferente ante a pobreza e o subdesenvolvimento.
La historia nos demuestra que la libertad es el mejor instrumento para construir y progresar. Los intercambios libres, los incentivos para crear riqueza, la propiedad respetada para todos, la libertad de contratar y asociarse, y la defensa de los acuerdos contractuales son indispensables para la creatividad, la competitividad y el avance de la producción.
Sabemos que para crear la riqueza necesaria para vencer la pobreza se requieren instituciones y acciones fiscales, monetarias, crediticias, cambiarias y de comercio exterior responsables, que promuevan equilibrios macroeconómicos, productividad, competencia y apertura, así como mejorar la infraestructura, promover el acceso a la ciencia y la tecnología y proteger la naturaleza.
Para que esa libre creatividad sea exitosa en beneficio de todos, para que el crecimiento económico sea compartido, se requieren mercados libres, impedir mediante el estado de derecho el abuso y el privilegio, y un Estado que garantice la competencia, promueva la competitividad y la capacitación y apoyo a los más débiles para que puedan aprovechar las oportunidades. Son necesarios, pues, Estados fuertes y eficientes que cobren justamente los impuestos suficientes para cubrir sus tareas y establezcan un orden que nos permita liberarnos de la pobreza, la inequidad y la exclusión.
Con independencia de las razones teológicas o filosóficas propias de cada persona o país, en América hemos optado por la solidaridad como valor esencial de nuestra convivencia, pero su concreción es urgente.
En aras de esa solidaridad es preciso impulsar la formación de capital humano mediante políticas sociales eficientes, sin espacio para la corrupción ni el clientelismo. Aquí se articulan las políticas de carácter universal, como la salud y la prioridad que se debe dar a la educación por ser el principal instrumento para la superación personal, la nivelación social y la convivencia civilizada; con políticas de carácter específico y dirigidas a familias que requieren atención especial para poder aprovechar las oportunidades.
La colaboración hemisférica debe incluir el diseño de políticas económicas y sociales que permitan promover un desarrollo integral. Comercio e integración, cooperación y solidaridad entre los pueblos, y compartir las mejores prácticas de políticas y servicios públicos son tareas que el proceso de Cumbres ha traído a la OEA, y en la cual también debemos fortalecer la coordinación de todas las agencias internacionales que trabajan en estas áreas en el Continente. Mucho agradezco a los jerarcas del Banco Interamericano de Desarrollo, el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura y la Organización Panamericana de la Salud, así como de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la profunda convicción y compromiso mostrado frente a este planteamiento, que nos ha permitido reunirnos ya en dos ocasiones para unir esfuerzos en esta tarea, que esperamos ampliar en lo venidero a otras entidades internacionales cuya presencia aquí evidencia su compromiso con el bienestar de los y las americanas.
Un Continente unido en pro de un crecimiento compartido que nos permita liberarnos de la pobreza, la inequidad y la exclusión, un Continente que aspira a transformar la globalidad en un igualador político, económico y social, no puede dejar atrás zonas, regiones o países. Debemos, por ello, evaluar la puesta en práctica de mecanismos concretos de solidaridad que permitan promover una mayor cohesión y un desarrollo integral y compartido.
Sólo así, unidos en un haz de voluntades, podremos cumplir con nuestra obligación moral de enfrentar la pobreza. Hace dos centurias un pueblo hermano se levantó, con espíritu pionero, en pro de la libertad y contra la inequidad, la pobreza y la discriminación. Hoy, el pueblo que inspiró a Toussaint Louverture plantea un gigantesco desafío a la conciencia moral de las Américas. En Haití se refleja el dolor de la pobreza con toda su descarnada dureza. La OEA debe ser la conciencia que nos recuerde a todos el esfuerzo de gran magnitud y prolongada naturaleza requerido por Haití. Cette nation qui nous est chère a besoin de la solidarité des Amériques. Et un Continent américain solidaire avec Haïti avancera vers une croissance dans la solidarité.
Señoras y señores:
El disfrute pleno de los dones de la libertad se ve coartado por las amenazas a la seguridad y a la tranquilidad personal, familiar y colectiva. Las múltiples facetas de la vida humana conllevan amenazas en múltiples áreas. Por eso en las Américas hemos optado por una visión multidimensional de la seguridad, que han promovido los estados del Caribe.
This is the defense of life, security, and peace, not only, as in the past, vis-à-vis the eventuality of a conflict between states, but also in the face of terrorism, drug smuggling, international crime, epidemics, and natural disasters that jeopardize the very existence of small states, such as the hurricanes whose painful toll in human and material loss is now faced—with a courage, dignity, and efficiency we admire—by Grenada, Saint Vincent and the Grenadines, Saint Lucia, Jamaica, Barbados, The Bahamas, and Haiti, with the solidarity and support of CARICOM, and by the Dominican Republic and Florida and several southern states in the United States of America. To those peoples and their governments, we extend our solidarity.
Una visión de las Américas como tierra libre del terrorismo, de la violencia, del crimen, de epidemias y de los efectos prevenibles de las catástrofes naturales es un sueño que nos une en este siglo XXI. Un sueño que nos llama a desarrollar políticas nacionales e interamericanas eficientes y respetuosas de los derechos humanos. Una visión que demanda compartir conocimientos y colaborar entre nuestras naciones en las áreas de inteligencia, mejoramiento de la policía, sistemas judiciales, financieros, de salud y defensa civil. Avanzar con paso firme para hacer realidad este sueño es demanda que nos plantean las presentes y futuras generaciones, y a la cual hemos procedido a amoldar de inmediato nuestra estructura organizacional. El papel que por más de un siglo ha cumplido en este campo la OEA debe ser consolidado en la estructura de su Secretaría General y por ello hemos creado el Departamento de Seguridad Multidimensional y la Oficina de Amenazas a la Sociedad Civil, a fin de contar con una adecuada conceptualización y memoria institucional de esas actuaciones.
Nuestra vocación es una América en paz. Paz entre sus naciones, paz para sus personas y paz con la naturaleza.
Señoras y señores:
Para estar a la altura de la dignísima causa a la que sirve, la causa de la democracia, los derechos humanos, la seguridad y el desarrollo integral y compartido, esta Secretaría General debe ser modernizada en su organización y procedimientos. Ello requiere focalización en esas prioridades, visión clara, administración eficiente por objetivos, rendición de cuentas, espíritu y actuación de equipo. Requiere también que el timonel siga el curso marcado por los Estados Miembros, y para ello la Secretaría General debe prestar una oportuna y eficiente colaboración que facilite al Consejo Permanente y la Asamblea General la generación de una profunda visión hemisférica. Estas tareas se ven facilitadas por los grandes avances que bajo la acertada conducción del señor Secretario General y ex Presidente César Gaviria alcanzó la OEA en la última década.
Desde lo más profundo de mi sentimiento americanista agradezco a los Excelentísimos señores Presidentes y Primeros Ministros, a los señores Vicepresidentes, a los señores Cancilleres, ex Presidentes, Ministros y Miembros de los Supremos Poderes y otros altos dignatarios de los Estados Miembros y Observadores Permanentes y a las Primeras Damas que nos acompañan, el extraordinario respaldo que dan a la OEA con su honrosa y generosa presencia esta mañana.
Sé que la carga es pesada y el reto enorme. A enfrentarlo dedicaré, implorando la guía de Dios, lo mejor de mi esfuerzo y convicción como homenaje de gratitud a los pueblos y gobiernos que me han honrado con su confianza. Confío en la bondad de la Providencia, los valores que guían a los gobiernos de América, la capacidad de mis colegas de la Organización y el coraje y dedicación de las americanas y americanos.
Juntos podremos, con nuestros valores comunes y esfuerzos incesantes, hacer frente al reto. Pasar del desencanto a la relevancia de la democracia. De la frustración a la esperanza del desarrollo humano. Del realismo mágico al pragmatismo idealista en las políticas y programas concretos. De perseguir la libertad a construir con ella la felicidad, el progreso y la solidaridad.
Construir esa visión y ayudar a concretarla, a convertirla en realidad, es la gran tarea a la que con humildad invito a la OEA. Con la solidaridad de todos podremos construir LA AMÉRICA DE LA LIBERTAD. De la libertad y creatividad que es fundamento de un optimismo racional, de una esperanza realista, de un sueño posible.